EL PADRE CONTARDO (DE REGRESO A PEÑABLANCA)

SERIE TESTIMONIOS

Nº 2:

¿POR QUÉ CREO EN PEÑABLANCA?

Muchas veces me he hecho esta pregunta y creo que la respuesta primera es que Dios me dio el don de la fe desde la primera vez que pisé ese bendito lugar.
¿Por qué unos creen de inmediato y otros, incluso aun deseándolo, no creen? Son misterios del alma. Algunos se disculpan diciendo: hay personas muy crédulas y que están dispuestas a creer en todas las cosas extraordinarias que les cuentan. No creo que me encuentre en ese grupo, más bien soy crítica y desconfiada.

Entonces ¿por qué ese creer de inmediato en Peñablanca desde que pisé el Cerro? No tengo respuesta para esta pregunta, porque las primeras veces no vi nada extraordinario. Incluso recuerdo que muchas personas decían que veían luces brillantes, figuras en las nubes, y yo nada. ¿Cómo no las ves?,
me preguntaban, yo no veía nada.

Ya pasado más tiempo pude observar la comunión visible, las caídas extáticas, la vela en el mentón del vidente sin que se quemara, etc. Pero ninguna de estas cosas ha influido mucho en mi fe.

Para mi modo de ver, lo más impactante son los mensajes. Al leerlos uno se da cuenta que vienen de una persona muy diferente al vidente que los transmite.
A mí me consta que nadie lo preparó o se los dictó. Mucho tiempo el vidente estuvo muy cercano a nosotros, para saber con seguridad que no tenía nadie a su alrededor que se los escribiera. Además habría necesitado una memoria extraordinaria, ya que a veces estuvo más de cinco horas seguidas en éxtasis, dando mensajes.

Los mensajes tienen algunos pequeños errores, lo que no es de extrañar porque el mismo vidente explicó que él los comprendía bien, pero que a veces se equivocaba al transmitirlos. Incluso en una oportunidad dijo la palabra opuesta.

Pero si uno los analiza tranquilamente se da cuenta que el lenguaje no es común. Es un lenguaje armonioso, una manera de hablar diríamos elegante y a la vez profunda.

Cada vez que los leo vuelvo a maravillarme y siento que la que habla no es una persona común.
Tienen tanta sabiduría, conocimiento del mundo, dejando aparte los que son profecías, muchas de las cuales ya se han cumplido.

Creo que alguna comisión sin prejuicios debía analizarlos y estudiarlos, y quizás entonces también creerían. Si se mantienen humildes y piden a Dios, estoy segura que les daría el don de la fe.

Cecilia Hurtado G