EL VATICANO
El Papa de turno, no era ninguno de los conocidos actualmente
Revelación a Gustavo.
Estaba caminando junto a mi Ángel Guardián por la calle principal que conduce a
la Plaza San Pedro. La Ciudad de Roma se veía desordenada y sucia, todo era un
desorden, basura que era arrastrada por un viento de un calor abrasador, los
árboles y vegetación que alguna vez adornaron las calles ahora estaban muertos,
se notaba que una sequía azotaba la zona, se podía ver el río Tiber seco.
En las veredas antes de llegar a El Vaticano, toda clase de perversidad, hasta
sexo en plena luz del día sin pudor o vergüenza alguna.
Continuamos caminando, mi Ángel y Yo, llegamos a la Plaza de San Pedro, también
era un caos, suciedad y basura por donde se mire.
Subimos las escaleras que conducen al interior de la Basílica del mismo nombre
que la Plaza, ingresamos y nos encontramos con el Papa de turno, que no es
ninguno de los conocidos actualmente. Estaba de pie dialogando con cardenales y
obispos muy jóvenes y con ademanes muy amanerados, quedaba claro que tenían
inclinaciones homosexuales.
Vi un detalle más, todos estaban en una especie de fiesta, se reían, hacían
bromas obscenas, tomaban champagne y comían costosas comidas. El Papa me recibe,
no ve a mi Ángel de la Guarda y me pregunta a qué se debía mi visita, ya que yo
iba en representación de Argentina y muchos países católicos latinoamericanos
iba a presentar las quejas y suplicas del pueblo cristiano, quien estaba
padeciendo todo tipo de persecuciones y hambre.
Expresé las suplicas y quejas ante la inactividad, silencio, y apatía a los
ruegos del pueblo cristiano, que él era el Papa y por qué no hacía nada al
respecto. A medida que yo iba expresando mis quejas el rostro de este iba
cambiando en enojo, hasta que no soportó más diciendo con voz enérgica que el
era el Papa y hacia lo que quería y lo que le sucedía al pueblo cristiano
latinoamericano era porque se lo buscaba y que la persecución iba a ser mayor
hasta que aceptaran esta nueva iglesia y al nuevo cristo.
Recuerdo que mi indignación era tal ante tamaña respuesta que quise pegarle y
cuando iba a cometer tal acto, los purpurados de condición dudosa lo rodean en
defensa de su líder y otro grupo me rodea para golpearme. El Ángel Guardián me
toma del brazo izquierdo y me dice que no haga nada porque son mayoría, que
estaba en desventaja, que debíamos irnos.
Los insultos y gritos de los presentes no se hacen esperar y me he echan de la
Basílica. Una vez afuera, en los escalones de la escalera de la Basílica, me
siento en un escalón y con gran impotencia lloro ante no poder hacer nada ante
el sufrimiento del pueblo cristiano.
El Ángel me consuela y me dice, no te desanimes, no pierdas la esperanza,
pronto el Señor que ve desde el Cielo y ha visto tu sacrificio hasta las
lagrimas, pronto vendrá a socorrer a su pueblo y con fuego abrasador consumirá
al falso profeta, al anticristo y a sus seguidores. Así, en breve escrito, les
relato lo que se me mostró.
Gustavo.
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