REVELACIONES DEL CIELO Y DEL INFIERNO
DADAS A GUSTAVO 2018
El
Juicio a las naciones
Se desea que las almas tomen conciencia del peligro que transitan cuando se alejan de Dios y cómo será el Juicio de las generaciones ante el Creador Eterno.
Un llamado a trabajar por la salvación de las almas, empezando por la propia, por la de nuestros conocidos, y por las del mundo entero.
Que nadie nos diga que por nuestra culpa se fue al infierno.
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Gustavo:
Tres días seguidos tuve la revelación del juicio a las naciones, y la separación
de los santos y los que van al infierno.
En el primer día se me presentó en un sueño mientras dormía a las 3 de la tarde.
Estábamos todos parados en el cielo sobre un piso como si fuese de cristal,
rodeado de nubes y frente a nosotros (éramos una multitud) había una escalera
hermosa de cristal que conducía hacia un Trono de cristal también enorme,
brilloso, reluciente.
Al lado derecho del trono había un atril, con un enorme libro. Enorme, blanco,
grueso, ancho y alto. Que habría que abrirlo con dos manos por lo enorme que
era.
Estábamos todos reunidos frente a este Trono. Estábamos muchos vestidos de
grises o de marrón y otros vestidos de blanco reluciente.
Todos hablábamos entre todos, con el del lado, con el del frente, el de atrás y
con el que estaba al costado.
Y alrededor nuestro, a ambos lados del trono, pero entre nuestro piso y el
trono, en ese nivel, que estaban ubicados más elevados que nosotros, había una
gran cantidad de asientos y colmado de Ángeles y Santos.
Vi a la Santa Madre de Dios a tantos Ángeles y tantos Santos reunidos, todos
hablaban entre ellos. Comenzaba el Juicio a las Naciones.
Hacia el trono, sólo estaba la escalera que estaba rodeada de nubes. Cuando se
subía por la escalera, había también nubes alrededor. Fuera de eso no había otra
cosa, solo la escalera que conducía hacia el Trono.
En el segundo día tuve una revelación en el sueño. Aparece un Ángel hermoso y se
escucha como un trueno. Entonces todos nos llamamos al silencio y todo eso que
se produce llama al orden.
Y un Ángel grande, hermoso, alto, aparece al lado del Trono de Cristal que
estaba vacío todavía, y abre este libro hermoso, grande. Y dice: “abriremos el
Libro de la Vida”, se abre el Libro de la Vida y comienza el Juicio de las
Naciones.
Y empieza a hablar de los justos, o pasajes bíblicos que hablan de los Justos,
que se secarían las lágrimas. Y aparece El Señor, todo el mundo se arrodilla,
todos nos inclinamos y nos arrodillamos. Aparece Nuestro Señor Jesús y se sienta
en el Trono. Se le coloca una Corona Dorada con piedras preciosas, y El Señor
está sentado como un Justo Juez, como un Rey, como Un Soberano.
Y comienza el juicio a las naciones y empieza la separación de un lado y del
otro. “Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los
unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos (Mateo
25,32)
Estamos frente al Trono y veíamos al Señor al frente a gran altura, reluciente
con su manto rojo.
Y comienzan a llamar al Reino y llaman a los santos que habían sido dignos ante
la mirada del Señor y fueron blanqueadas con la Sangre del Cordero.
Los esperaban a mi derecha, es decir a la izquierda de Nuestro Señor en un
camino que conducía hacia el Paraíso. Estas personas que eran los santos, los
triunfantes que estaban vestidos de blanco, eran esperadas por dos Ángeles en
las puertas del Paraíso.
Había que cruzar por un arco que estaba conformado por tupidas flores, plantas
bellísimas. Un arco con mucho colorido y bello perfume. Estos Ángeles les
colocaban una corona de flores también y les sonreían y los abrazaban y les
decían: “Bienvenidos, bienaventurados santos del Cielo”, entonces iban al
Paraíso, al Gozo del Seno Eterno.
Tal como te había dicho en la primera parte, en la cual veía los dos primeros
días con respecto a la coronación de aquellos santos vestidos de blancos que
iban al paraíso eterno recibidos por dos ángeles enormes y majestuosos que los
abrazaban y los bendecían y felicitaban por haber sido perseverantes. El Señor
mismo del trono los saluda sonriente y a todos, entonces tanto la corte
Celestial conformada por ángeles y Santos, los bienaventurados del Cielo, era
una algarabía; cantaban de alegría por estas almas, se sonreían y algunos se
abrazaban por estos nuevos Santos. Le cantaban en agradecimiento al Señor por
haber sido misericordioso con ellos.
Solo quedamos, entonces frente a esa plataforma de cristal y que veíamos a mayor
altura el Trono de Dios, los que estábamos vestidos de grises, éramos muchas
almas.
Estos que estábamos vestidos de grises eran los que estábamos sentenciados para
el fuego eterno.
El Ángel que estaba parado frente al Trono Celestial que había abierto el libro
blanco enorme Libro de la Vida comienza a leer la sentencia de todos nosotros
que estábamos ahí, vestidos de túnicas grises.
Comienza a dictarnos todo y a mostrarnos todos nuestros pecados y todos nuestros
crímenes contra el Señor y contra todos nuestros hermanos; todo lo que habíamos
hechos por nuestros pecados.
Toda la Corte Celestial y toda la muchedumbre que estaba alrededor de Ángeles y
Santos, hacen un silencio rotundo y la mirada de alegría que tenían con los
bienaventurados del Cielo es ahora para nosotros mirada de acusación y de
sentencia.
Las almas comienzan a caer al ser sentenciadas debido a sus crímenes y comienzan
a caer como rayos, pero rayos oscuros a la velocidad de un rayo en línea recta
hacia las profundidades. Dos ángeles vienen a buscar a estas almas para
llevarlas a los abismos.
Dos hermanos; dos personas que estaban delante de mí, eran dos muchachos que
habían sido sentenciados, estaban llorando desconsoladamente ante Dios porque
sabían cuál era su lugar. No hay nadie que los defienda y son llevados y caen
también a la velocidad del rayo. Previamente son llevado frente al Trono de Dios
y ahí sentenciados definitivamente a la oscuridad eterna.
Llegó mi momento y cuando el Ángel comenzó a acercarse y al ver que los otros
hermanos fueron llevados a las profundidades y nadie lo defendió, un miedo
enorme invadió mi corazón, mi cuerpo temblaba, mis manos temblaban, yo lloraba,
mis pies temblaban también, una desolación y una angustia nunca antes sentida en
vida invadió todo mi ser.
Con mi mirada buscaba a la Santa Madre para que me defendiera, buscaba a alguien
que saliera y abogara por mí, buscaba a mis padres, a mis seres queridos, a mis
hermanas, mis hermanas de carne (tengo dos hermanas gemelas), no los encontraba
entre los Ángeles y los santos. A mis padre tampoco los veía pero si vi a los
santos y a los ángeles y me miraban con un rostro acusador, con una mirada
acusadora, con ojos acusadores y de sentencia.
María Santísima recuerdo que lloraba, le caían lágrimas de los ojos, pero no
emitía ninguna palabra de consuelo. ¡Ninguna palabra!
SEGUNDA PARTE
Me acuerdo que miraba para todos lados y no encontraba a nadie y hasta pedía por
favor que alguien me socorriera, alguien que me auxiliara, alguien que abogara
por mí.
- ¡Por favor no me abandonen!, decía yo desconsoladamente con lágrimas en los
ojos y hasta rogaba y de rodillas, pero ya era demasiado tarde.
El Ángel corre la siguiente página del libro blanco, enorme libro de la vida y
me llama por mi nombre y empieza a nombrarme todos mis crímenes y todas mis
miserias y pecados.
Había sido y hallado culpable, había sido, vuelvo a repetir, hallado culpable
ante la mirada de Dios por todas mis atrocidades ante las ofensas que había
cometido contra el creador.
Decía por favor no hablen más, sé que soy culpable, tengan piedad de mí y cuando
menos lo esperé y en forma sorpresiva, dos ángeles vinieron y me tomaron de los
brazos y me pusieron frente al Señor, me elevaron y ellos también se elevaron y
junto con ellos me presentaron al Señor y con su sola mirada caí a la velocidad
del rayo, a un precipicio, a las profundidades del infierno a unas cavernas
enormes.
Sí, en una de ellas no había donde caer, era un abismo sin fin.
Donde fui llevado no había luz, era todo oscuridad. Era una gran habitación, era
como un gran salón de altas paredes. El olor era totalmente nauseabundo un olor
repugnante, asqueroso, que hacía vomitar.
El calor era terrible y sofocante, un calor que no existe aquí en la Tierra,
pero que quema, como que quema todo el ser de uno hasta los pulmones.
Las paredes chorrean como si fuera lodo, oscuro y pegajoso, me acuerdo que el
piso también era como si fuera lodo viscoso, como si estuviera barroso porque
cuando uno pisaba se hundía un poco muy poco pero suficiente para caminar con
mucha dificultad. Como que el pecado en las paredes y el piso estuviera vivo.
No había luz en ese lugar, sólo se escuchaban gemidos, gritos y alaridos y
rechinar de dientes.
Sólo la única luz que había que podía haber en ese lugar era la de los Ángeles,
porque la luz de Dios estaba en los ángeles, entonces era lo único que iluminaba
a ese lugar.
Los Ángeles me llevan a ese salón frente a una gran pared y a unos escasos
metros acaso uno o dos metros de distancia en el lado izquierdo estaba la otra
pared en forma rectangular. Así era ese salón, pero la pared del lado derecho no
la podía ver pues estaba muy lejos. En frente mío había un montón de huecos,
como nichos, en formas rectangulares, hechos en las paredes. Había almas dentro
de algunos de los nichos, otros estaban vacíos. Frente mío, a la altura de mi
mirada había un hueco, un nicho para mí.
Los Ángeles me miran y con sólo la mirada me dicen; esto estaba reservado para
ti. Me ubican ahí, ni tuve tiempo para resistirme y me colocan dentro de ese
nicho con los pies hacia dentro, hacia el fondo de este nicho con la cabeza
hacia afuera y mirando hacia abajo con el vientre hacia abajo (posición boca
abajo). Este nicho todo es como si tuviera vivo el infierno, es como si tuviera
vida propia y este nicho comienza a cerrarse y a tomar el contorno de mi cuerpo.
No solo toma el contorno de mi cabeza, sino de todo mi cuerpo, del cuello para
abajo y comienzo a sentir en toda mi alma, porque no solo el cuerpo , comienzo a
sentir grandes ganchos que desgarran y tironean, es decir como si tironearan la
carne como si tironearan la piel, comienzo a sentir grandes dolores y desgarro
por todo mi cuerpo y grandes agujas que traspasan mis extremidades ,esto se me
permitió verlo desde fuera, de verme a mí mismo y en el estado en que me
encontraba.
Al lado mío y arriba mío había otros nichos con otras almas, pero me recuerdo al
lado mío, una mujer que insultaba a Dios, gritaba aullaba y gemía y escuché muy
bien el raspado de los dientes; el rechinar de dientes y me acordaba tan bien de
ese pasaje bíblico.
Cuando me doy cuenta que los ángeles me van a dejar allí y veo como que se están
yendo, empiezo a suplicar y a gritar ¡misericordia! ¡Misericordia! Entonces
suplico ruego grito que tenga misericordia de mí, que alguien me escuche que le
pidan a Dios por favor que me saque de ahí; que no era mi intención ofenderlo.
Pero algo movía mi interior era enojo y odio y comienzo a insultarlo, y paso de
rogar en un instante a insultar. Entonces el dolor era más grande y el corazón
era lacerado aún más que antes, mucho más lacerado ahora que la propia sentencia
estaba dada. La culpa hería mi corazón a lo máximo y transformaba esa culpa en
odio, en venganza y odiaba y rechazaba a Dios por no haberme escuchado, por no
haberme perdonado.
En un intento desesperado saco la mano derecha pero nada más que eso y como
queriendo alcanzar los Ángeles que se iban alejando y veía cuando ellos me daban
la espalda, como las alas; es decir como que se unieran de hombro a hombro las
alas también se unían y formaban y veía por medio de esas alas el rostro del
Dios Padre quien lloraba y le caían las lágrimas. Los ángeles también lloraban y
le pedía a Dios que tuviera misericordia de mi” y escucho la voz del Padre, de
mi Padre digo yo , que dice: “No puedo hacer nada hijo mío , tu decidiste ese
camino“, entonces más odié al Dios Padre, más lo insulté y más grité y fue así
que el lugar era tan nauseabundo y tan horrible, era un lugar de pecado un lugar
de laceración, un lugar de rechinar de dientes, un lugar de mortificación para
el pecado y los pecadores y de los impíos del mundo.
TERCERA PARTE Y FINAL
Cuando me desperté de esta revelación fui corriendo a ver el Párroco de una
Iglesia en Buenos Aires y fui porque yo estaba viviendo a una cuadra de
distancia de esa iglesia. Fui corriendo a visitarlo y hablar con él, en
confesión sobre este tema.
Fue tan grande la impresión del sacerdote que el sacerdote, me dice no hay duda
que la revelación que tuviste es verdadera porque me has contado con lujo y
detalle y te llevó a venir a confesarte en gran profundidad y en gran pesar.
Entonces estimado hermano, ante esta revelación, cómo puedo que me recuerdo mis
pecados y la condición que debe pasar el pecador eternamente me hace recordar
estas palabras del Señor.
“Cómo puedo castigar al más pecador, que arenas tiene el mar, si aun así se
confía en mi infinita Misericordia”. Dichas palabras me mueve a unirme a María
Santísima como un buen abogado más (no a nivel de María Santísima que ni le
llego ni a los talones), sino que ser un pequeñito abogado que unido a la gran
abogada; mi apelación se unirá a la gran apelación de María frente a la Santa
Trinidad por las almas más pecadoras . Entonces como puedo desearle el mal a
otros; cómo puedo desearle las desgracias cómo puedo desearle a cualquier
hermano; aun así sea el más asesino, el más injusto, el más pecador si aun así
yo también soy tan criminal como ese hermano y soy tan digno de ir a la condena
eterna.
Cómo puedo pedir eso, si también El Señor tiene misericordia por el pecador, así
la lluvia cae todos los días en distintas partes del mundo para justos y
pecadores, para buenos y malos.
¡Ah hermano mío! Cómo puedo entonces pedir tal escena pedir tal desgracia si yo
también soy un criminal en pensamientos en palabra, obra y omisión. ¿Qué me hace
más que el otro? ¡Nada! Preferiría entonces antes que se pierda un alma,
perderme yo eternamente ante y mientras esa alma sea salvada después de haber
experimentado lo que siente un alma en el infierno, ¿cómo puedo desear el mal a
otro?, jamás podría pedir eso! ni por broma siquiera debería pedirlo , ni debo
pedirlo , ni siquiera.
Entonces antes esta situación apelaré por todas las almas y le pido al Señor que
Él, que El Sol Eterno que la Voluntad eterna ,la Voluntad Encarnada hecha hombre
, que junto nos unamos, en cada uno de sus rayos y así iré por distintas partes
del mundo en cada oración en cada gesto en cada pensamiento y lacera los
corazones con el amor eterno y de esa manera transformar esos corazones de
piedra en corazones de carne y mostrarle cuanto Dios los ama y de este modo así
no se perderá ningún alma; porque en el día del juicio estas almas que se han
perdido por nuestra culpa nos pedirán cuenta , y dirán: tuviste la oportunidad
de salvarme y no hiciste nada, tuviste la oportunidad de orar por mí y no
hiciste nada, estoy aquí por culpa tuya.
!Ay Dios! el dolor será extremo y pido al Señor en estos tiempos si yo he sido
culpable de que un alma se perdió por mí, que tenga piedad de mí, que tenga
misericordia de mí.
Así que hermanos quería compartirles esto para que lo mediten.
TODO SEA PARA SALVAR ALMAS, TODO SEA PARA SALVAR ALMAS.
Explicación de Gustavo:
Estábamos ubicados (todas las almas) en una misma plataforma pero separados en
dos grupos (unos conformado por los vestidos grises y marrones, y el otro por los
vestidos de blanco). No dialogábamos entre ambos grupos pero si nos veíamos y
cada uno sabía cuál era el destino. Pero el grupo de los no blancos aun sabiendo
cual era el resultado del juicio se resistía interiormente a tal veredicto
divino. Sabía que le esperaba el tormento eterno.
El Señor está de acuerdo como están dando forma a la revelación,
se desea que las almas
tomen conciencia del peligro que transitan cuando se alejan de Dios y cómo será
el Juicio de las generaciones ante el Creador Eterno.
El Señor vino para redimir y salvar a todo el género humano, Su Misericordia se
derramó para todos sin excepción, pero el alma es libre de elegir el camino.
Es por eso que la Santa Madre, Corredentora y Mediadora de todas las Gracias ante Dios aboga por la salvación de todos sus hijos sin distinción alguna. De manera constante esta en búsqueda de llevarlos a todos por el conducto perfecto y de salvación eterna: Cristo Jesús.
Darle un giro al
libre albedrío con la aceptación voluntaria del alma de los designios de la
Divina Voluntad. Voluntad Eterna que rechazaron los primeros padres para hacer
la propia de la mano del pecado. Es por eso que luchamos con nuestra propia
carne que desea hacer su propio camino lejos del Divino Querer.
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