¿De qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma para siempre?
El Espíritu Santo nos hace aquí un recordatorio de algo que se nos olvida a menudo, el mundo es tan seductor, es tan atrayente que a veces dedicamos una vida entera a él ,en la búsqueda del dinero, del prestigio, de las cosas y se nos olvida que nada de eso nos servirá y que estamos en riesgo de perder la Gloria de Dios por toda la eternidad.
Leamos lo que nos dice:
Claros horizontes llevan muchos sacerdotes cuando se consolidan al Magisterio de
la Iglesia, a los dogmas y a la Santa Biblia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hijos de Dios, en estos tiempos de apostasía tan grande que estáis viviendo
cuando en una familia más de la mitad (de sus miembros) ya no creen en Dios y si
creen no lo viven, hoy en día mantenerse fiel a la doctrina del Magisterio de la
Iglesia, a los dogmas, a la Santa Biblia, es una gracia muy grande que Yo otorgo
a todo aquel que de buena voluntad quiere servir y amar a Dios por encima de
todas las cosas. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
¿De que le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? (Mt 16, 26)
¿De que os sirve hijos de Dios que tengáis bienes, posesiones, bienestar, salud
o todo lo que deseéis, si perdéis vuestra alma y una vez perdida ya no la
podréis recuperar? Nada vale en la otra vida los bienes terrenales que poseáis,
bien sean materiales, bien sean sociales, como la reputación, el reconocimiento,
el halago, mas bien desprenderos de todo y vivid santamente el Evangelio tal
cual lo vivió la Sagrada Familia, que puso todo su norte en practicar las santa
obediencia a Dios y vivieron en absoluta pobreza, que vivir en pobreza no quiere
decir vivir en miseria, sino desprenderse a veces hasta de lo necesario y
acomodarse a las limitaciones de una vida de abnegación y renuncia, para
conformarse con lo justo aunque a veces se carezca de lo necesario.
Ya se, hijos de Dios, que no todo el mundo puede con esto, lo mismo que con la
castidad, pero aquel que pueda que lo viva, para enriquecer así el Cuerpo
Místico de la Iglesia, y con su desprendimiento, ayudar a otros a fortalecerse
en la fe y en la vida de la gracia, porque la pobreza voluntaria es un don
inestimable que otorgo a las personas cuyas disposiciones están preparadas para
ello, pero aquel que no pueda con una renuncia total de los bienes materiales,
que viva su desprendimiento conformándose con lo que tiene sin acumular más, y
sobre todo, sin envidias ajenas, ni deseos terrenales, ni mundanos, de querer
obtener posesiones. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. La paz de la
Santísima Trinidad esté con todos vosotros.
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