ORACIONES Y POEMAS A LA VIRGEN DE LOS DOLORES
¿Estás pasando
por algún sufrimiento fuerte? Aprovecha el día de hoy y pon tu dolor en el
corazón de Nuestra Señora de los Dolores
1) Oraciones
Nuestra Señora de los Dolores, te presento todas mis necesidades, angustias,
tristezas, miserias y sufrimientos.
Oh Madre de los dolores y reina de los mártires, que tanto sufriste al ver a tu
Hijo flagelado, escarnecido y muerto para salvarme, acoge mis plegarias.
Madre amable, concédeme una verdadera contrición de mis pecados y un sincero
cambio de vida.
Nuestra Señora de los Dolores, que estuviste presente en el calvario de Nuestro
Señor Jesucristo, permanece también presente en mis calvarios. Te suplico esta
gracia de la que tanto necesito:
(Haz tu petición)
Por piedad, oh abogada de los pecadores, no dejes de amparar mi alma en
aflicción y en el combate espiritual que estoy atravesando en todo momento.
Nuestra Señora de los Dolores, cuando los dolores y los sufrimientos lleguen, no
me dejes que me desanime.
Madre de los dolores, envuélveme en tu sagrado manto y ayúdame a pasar por el
valle de lágrimas.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,
¡Dios te salve! A ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos,
gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea pues, señora, abogada
nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este
destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh
piadosa, oh dulce siempre Virgen María. Permanece con nosotros y danos tu
auxilio, para que podamos convertir las luchas en victorias, y los dolores en
alegrías.
Ruega por nosotros, oh Madre, porque no eres sólo la Madre de los dolores, sino
también la Señora de todas las gracias.
Nuestra Señora de los Dolores, fortaléceme en los sufrimientos de la vida.
(3veces)
Amén.
2) Oración a María dolorosa para todos los días
Junto a la cruz de su Hijo la Madre llorando se ve, el dolor la ha crucificado,
el amor la tiene en pie.
Quédate de pie, de pie junto a Jesús, que tu Hijo sigue en la cruz.
Cruz del lecho de los enfermos, de los niños sin un hogar, cruz del extranjero
en su patria, del que sufre en soledad.
Cruz de la injusticia y miseria de los marginados de hoy; cruz de tantas falsas
promesas y de la desesperación.
Cruz del abandono de amigos, del olvido y de la traición; cruz de la amenaza y
del miedo, la tortura y la prisión.
Cruz de los que sin esperanza sufren sin saber para qué; cruz de los enfermos
del alma, de los que perdieron la fe.
- Ruega por nosotros, Virgen de los Dolores, para que seamos dignos de alcanzar
las promesas y gracias de nuestro Señor, Jesucristo.
Padre de todo consuelo, Dios de infinita misericordia y bondad, que nos diste a
María como Madre y Modelo de cristiano, acrecienta nuestra fe, fortalece nuestra
esperanza y enciende nuestra caridad, de tal modo que seamos signo del gran amor
que tienes para con todos.
Tú conoces mejor que nadie nuestros sufrimientos y dolores, te pedimos que si es
tu voluntad nos libres de ellos. Pero, sobre todo, queremos pedirte que ni
ellos, ni nada, ni nadie puedan separarnos jamás de tu amor, ni quitarnos las
ganas de vivir.
Te presentamos nuestra oración por medio de Jesucristo, Señor Nuestro, tu Hijo e
Hijo de María, la Virgen Dolorosa, Él vive y reina contigo y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.
3) Oración a La Virgen de los Dolores
Señora y Madre nuestra: tú estabas serena y fuerte junto a la Cruz de Jesús.
Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre,
pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la
vida por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes
a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre
a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es
sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.
4) Stabat Mater Dolorosa
(Secuencia del Papa Inocencio III, Siglo 13)
Triste y llorosa la Madre
Al pie de la Cruz estaba,
Donde pendiente se hallaba
El Hijo de su dolor
Y su corazón ardiente,
Contristado y dolorido,
Entre el agudo gemido,
Dura espada traspasó.
¡Oh! Cuánta congoja y pena
Para la Reina escogida,
En tanto pesar sumida,
Siendo la Madre de Dios.
Melancólica y doliente,
Y en confuso desaliento,
Del Hijo excelso en tormento
conturbada lamentó.
¿Quién será el hombre que pueda
Ver sin llorar tanto duelo,
La Madre del Rey del Cielo
En suplicio tan atroz?
¿Quién no tiembla contemplando
Una Madre tan piadosa,
Cerca de la Cruz llorosa,
y expirando el Redentor?
Mira a Jesús azotado,
Y en aquel trance violento,
Por los pecados sin cuento
De su infiel generación.
Y mira a tan dulce Hijo,
Desolado y moribundo,
Espectáculo del mundo
causa de tanto baldón.
Fuente de amor, Madre mía,
Haced que yo experimente,
Ese amor tan vehemente
Y logre llorar con Vos.
Y que mi pecho se inunde,
En fervorosos amores,
Sirviendo con mis dolores
A Cristo mi bienhechor.
Haced que con las sangrientas
Llagas del Crucificado,
Quede igualmente sellado
Mi rebelde corazón.
Partid conmigo las penas
De un Hijo tan eminente,
Que, impecable e inocente
Sufrir por mí se dignó.
Haced que mientras viviera
Te acompañe en el llanto,
Y con la de Cristo santo
Se confunda mi aflicción.
Al pie de la Cruz contigo
Quiero vivir Madre mía,
Y haceros fiel compañía
En tanta desolación.
Virgen pura, sobre todas
Las vírgenes, tu indulgencia
Me alcance la preeminencia
De llorar junto a tu amor.
Hacer que lleve conmigo
De Jesucristo la muerte
y que comparta la suerte
Y angustias de su Pasión.
Haced que con sus heridas
Me sienta yo vulnerado,
Y que en su Cruz embriagado,
Encuentre la salvación.
Que de tanto amor en premio,
lleno de fe y de esperanza,
El día de la venganza,
Me valga tu mediación.
La Cruz y la muerte de Cristo
Me sirva de escudo y guía,
Dándome su valentía
La gracia del Salvador.
Y cuando el cuerpo reciba,
La ley mortal que le oprime,
que mi alma se sublime,
Al Dios remunerador.
Amén.
5) Plegaria a la Madre Dolorosa
Virgen del
infortunio, doliente Madre mía,
en busca de consuelo me postro ante tu altar.
Mi espíritu está triste, mi vida está sombría,
pasaron sobre mi alma las olas del pesar.
Estoy en desamparo, no tengo quien me acoja;
hay horas en mi vida de bárbara aflicción,
y solo… siempre solo, no tengo quién recoja
las lágrimas secretas que llora el corazón.
Es cierto que, del mundo en la corriente impura,
cayeron deshojadas las rosas de mi fe,
que en pos de mis fantasmas de juvenil locura
corriendo delirante, Señora, te olvidé.
Que me cegó el
orgullo satánico del hombre,
y en mi ánima turbada la duda penetró;
y se olvidó mi labio de pronunciar tu nombre,
y de mi mente loca tu imagen se borró.
Es cierto… ¡pero
escucha…! De niño te adoraba,
al pie de tus altares mi madre me llevó…
Llorando, arrodillada la historia me contaba,
del Gólgota tremendo cuando Jesús murió.
Y vi sobre tu rostro
la angustia y el quebranto,
daba sobre tu frente la sombra de una cruz,
tus lágrimas rodaban y negro era tu manto…
Todo, de un cirio pálido a la siniestra luz…
Entonces era niño, no comprendí tu duelo;
pero te amé, Señora, ¡tú sabes que te amé!
que dulce, inmaculado, alzábase hasta el cielo
el infantil acento de mi sencilla fe.
Por esa fe de niño, por el ardiente ruego
que al lado de mi madre con ella repetí
¡Virgen del Infortunio, cuando a tus plantas llego,
Virgen del Infortunio, apiádate de mi!
Tú miras, reina augusta, la senda que cruzamos:
con llanto la regaron generaciones cien,
a nuestra vez nosotros con llanto la regamos,
y las que vienen luego la regarán también.
A nuestro paso vamos dejando en sus abrojos
pedazos palpitantes del roto corazón;
y andamos… más andamos… y no hallan nuestros ojos
ni tregua a la jornada, ni tregua a la aflicción.
Mas tú eres la esperanza, la luz, nuestro consuelo:
tus ojos levantados suplican al Señor,
tus manos están juntas en dirección al cielo…
Tú ruegas por nosotros, ¡oh, Madre del Dolor…!
En busca de consuelo yo vengo a tus altares
con alma entristecida y amargo corazón;
y pongo ante tus ojos, Señora, mis pesares,
y en lágrimas se baña la voz de mi oración.
No mires que, olvidando tu imagen y tu nombre,
al viento de este mundo mis creencias arrojé.
Acuérdate del niño y olvídate del hombre…
mi frente está en el polvo… perdóname… pequé.
¡Oh! por mi fe de niño, por el ferviente ruego
que al lado de mi madre con ella repetí,
Virgen de los Dolores, cuando a tus plantas llego,
Virgen de los Dolores ¡apiádate de mí!
Autor: Manuel María
Flores
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