NOVENA A SAN VICENTE FERRER

 

 (Se incluyen dos Novenas)

 

    

 

 

 

   NOVENA I

 

 

 

 

I. ORACIONES INICIAL Y FINAL.  

 

Por la señal...

 

 

Acto de contrición.

 

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos; antes querría haber muerto que haberle ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia, no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amén

 

 

Oración preparatoria para todos los días.

 

¡Oh glorioso taumaturgo San Vicente, elegido por Dios para avivar la fe en las almas, levantar hasta el cielo los vuelos de la esperanza e inflamar en los corazones el divino fuego de la caridad! Ya que con tanta fidelidad desde la misma infancia cooperasteis a la gracia del Altísimo, por cuyo amor tantas almas convertisteis y edificasteis, siendo honor insigne del Clero y del estado religioso, os suplicamos nos alcancéis de la Divina Majestad una gran pureza de intención, continua victoria contra las tentaciones, gran afición a las cosas santas y un constante pensamiento de que Dios está presente a todas mis acciones, para que, imitándoos en vida, logre bendecir a Dios en vuestra compañía en la gloria. Amén.

 

 

 

Oración final para cada día

Amorosísimo Padre mío San Vicente, vos sabéis la necesidad que padece mi alma y el consuelo que necesito. Aplicad vuestra intercesión delante de Dios para que por vuestros méritos alcance la gracia que pretendo, si ha de ser para mayor gloria de Dios y para más servirle y amarle. Amén.

 

 

 

DÍA PRIMERO Comenzar con la oración preparatoria para todos los días y luego lo siguiente:

¡Oh Padre San Vicente, nardo fragantísimo de humildad! Conseguidme del Señor luz para que, conociendo mis defectos, miserias y pecados, me tenga en lo que soy, sienta bajamente de mí mismo y huya de la ambición de honores y alabanzas, nunca desprecie a mis prójimos, siempre respete a mis mayores, y, sirviendo a Dios con espíritu contrito y humillado, de siempre a su Santo Nombre la gloria que a El es debida. Así sea.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

     

 

DÍA SEGUNDO Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh San Vicente, varón de corazón grande y generoso, que despreciasteis los bienes perecederos de la tierra! Alcanzadme del Señor un corazón compasivo y generoso para practicar la misericordia con mis prójimos; que sepa despojarme de la afición a lo terreno, y socorriendo abundantemente a los pobres obtenga el perdón de mis pecados y los tesoros eternos de la gloria. Así sea.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

 

DÍA TERCERO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh San Vicente, azucena purísima y espejo de castidad! Alcanzadme de Jesús, Cordero sin mancilla, y de María, Reina de las vírgenes, perfecta castidad, de suerte que teniendo la carne sujeta al espíritu logre ser digno templo del Espíritu Santo, para vivir eternamente con los espíritus bienaventurados, gozando de la posesión de la bienaventuranza. Así sea.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA CUARTO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Padre San Vicente, singular abogado mío! Ya que vos en esta vida practicasteis la mortificación con ayunos, vigilias, cilicios y otras penalidades, conseguidme que sepa yo huir de lo que es puro regalo y sea imitador vuestro en evitar lo que pueda dañar a mi alma, para ser vuestro compañero en las mansiones de la Gloria. Amén.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA QUINTO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Padre mío San Vicente, ejemplar de paciencia! Vos sufristeis sin alteraros injurias, calumnias y desprecios de aquellos a quienes habíais hecho beneficios. Alcanzadme aquella apacible mansedumbre que me permita decir al Señor que me perdone mis culpas, como yo de corazón perdono a mis ofensores. Así sea.

 

  

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA SEXTO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Padre San Vicente, que siempre obedecisteis, cumpliendo la voluntad santísima de Dios, ejecutando fielmente los empleos de vuestro ministerio apostólico! Alcanzadme que yo sea obediente a mis superiores para que cante la victoria final, prometida a los que obedecen, y consiga la palma del cielo. Así sea.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh Padre San Vicente, dechado de caridad fraterna! Alcanzadme que sepa amar a mis prójimos como a mí mismo; que desterrando de mí la envidia y toda pasión que al desinteresado y generoso amor a mis semejantes se opone, me dedique a hacerles bien y así logre atraerlos al servicio de Dios para reinar con vos en la Gloria. Amén.

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA OCTAVO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh glorioso Padre San Vicente, que predicando el rigor de la divina justicia en el día del Juicio Final llenasteis los corazones del santo temor de Dios, y despertándolos del sueño del pecado y de la tibieza en el servicio divino los condujisteis a una vida de fervor religioso! Guardadme de toda culpa, ayudadme a levantarme de la apatía y tibieza para que emprenda el camino de la virtud, el cual conduce a la bienaventuranza de la Gloria. Amén.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

DÍA NOVENO  Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¡Oh benditísimo San Vicente Ferrer, que recorristeis muchos pueblos y naciones para salvar las almas! Pedid por los pueblos donde la doctrina del Evangelio ha sido ya predicada, para que en ellos vivan las gentes según las máximas de Jesucristo y se salven; y en cuanto a aquellos donde la palabra de Dios no ha sido anunciada, pedid que a ellos sean enviados misioneros evangélicos; pedid asimismo nuevos operarios para el servicio de la Santa Iglesia, y que secundando sus instrucciones florezca la religión en las familias y en las sociedades. Amén.

 

Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en honor de la Santísima Trinidad por las gracias con que enriqueció a San Vicente. Pedir a continuación la gracia que se desea alcanzar por intercesión del Santo y terminar con la oración final para todos los días.

 

 

 

 

Compendio de la prodigiosa vida del glorioso San Vicente Ferrer

El dia 23 de enero del año 1340 nació San Vicente Ferrer en Valencia, ciudad que da nombre a su reino. Su nacimiento verdaderamente fue un rasgo de la gran bondad, misericordia y providencia de Dios para con su Iglesia. Se hallaba ésta entonces sumamente agitada de la corrupción de costumbres e ignorancia en los deberes para con Dios y su Santa Ley, que reinaban en la mayor parte de las naciones de Europa, y resfriada la caridad y la piedad de muchos de sus hijos. Dios ofendido castigó a casi toda la Europa con la peste horrorosa que la envió el año 1338, y que duró cerca de dos años; al fin de los cuales al glorioso San Vicente Ferrer, como un signo de su misericordia, para que como su Apóstol con las señales de un verdadero apostolado reparase la piedad, purificase el santuario, y atrajese a Dios y a su felicidad a los que ni aun aquel castigo horroroso del Señor (la peste dicha) había abierto los ojos de sus almas, cerrados con el sueño de los vicios.

 

Fue prevenido San Vicente con las dulzuras de la gracia, y educado por sus piadosos padres en el santo temor de Dios y virtudes cristianas, cual convenía a las sublimes ideas que el Señor tenia sobre él. Fue un ángel desde niño, y de un ángel fueron sus acciones y sus estudios. De diez y siete años era ya filósofo y teólogo, y tenia sublimes conocimientos de la ciencia de los Santos, que no es otra que la de las virtudes fundadas en la humildad y perfeccionadas con la caridad.

 

Para llenar por su parte los designios de Dios, que ya conocía, y de que le había dado exactas ideas y signos nada equívocos, tomó el hábito de Santo Domingo en el convento de Predicadores de Valencia, su patria. Aquí, al paso que se perfeccionó en todas las virtudes, y heroicamente cumplió y llenó sus solemnes votos y leyes de su Orden, hizo otro tanto con las ciencias y con la oratoria sagrada propia de su instituto, que sus Prelados, aun siendo muy joven, le mandaron enseñar públicamente, graduándole de Doctor y Maestro.

 

Dios, como va dicho, le destinaba para su Apóstol en la mayor parte de Europa, y le separó, como en otro tiempo a Pablo y Bernabé, de la enseñanza en las Universidades para la grande obra a que le destinó; a saber, la de llevar su santo nombre a las gentes, a los reinos y a los hijos de Israel, como hizo con aquéllos.

 

Comenzó pues su Apostolado y predicación con tal celo, con tanta erudición, con tales signos prodigiosos, que muy en breve se vieron los efectos admirables, que dieron bien a entender que su misión era de Dios. Judíos, herejes, mahometanos, malos cristianos a millares se convertían al Señor. España, Francia, Inglaterra, parte de Alemania, la Italia, fueron reinos que experimentaron las mayores y mejores reformas con la predicación y vida santa de este nuevo Apóstol.

 

Como a tal, Dios le dio la autoridad y poder de hacer milagros, ilustrándole con los dones de su santo espíritu, señales, dice San Pablo, de un verdadero Apóstol. Con estos, si su doctrina fue alguna vez despreciada de los enemigos de la fe, quedaban todos enmudecidos, confundidos, y convertidos. Predicaba siempre en su nativo idioma, y todas las gentes le entendían en los suyos propios. La naturaleza y sus leyes parece están a su disposición: él mandaba en los elementos, y tenia, digámoslo así, dominio sobre la vida y la muerte.

 

Resucitó muchos muertos, sanó paralíticos, curó toda clase de enfermos, dio vista a los ciegos, oído a los sordos, hizo andar a los cojos y tullidos, lanzó el maligno espíritu de los obsesos, dio partos felices, y aun sacó en ellos de los umbrales de la muerte a muchas mujeres que peligraban. Por último, fueron tantos los milagros que en vida y muerte obró, que averiguados sobre ochocientos por los jueces de su canonización, dejaron ya de comprobar otros muchos por no hacer interminable el proceso. Para conocer si serian muchos los que obró, basta saber que todos los días después del sermón mandaba al compañero que llevaba tocar una campanilla a hacerlos. Tocau á fer milacres, decía en su idioma nativo.

 

Sobre estos divinos dones el Espíritu Santo le enriqueció con el de profecía, de consejo, de discreción de espíritus, de sabiduría, últimamente de cuantos estuvieron adornados los que el Señor destinó para sus Apóstoles.

 

Mas, no por solo este destino sublime y angelical que el Señor dio a su siervo san Vicente le hizo tan poderoso en obras y palabras, sino por el modo con que correspondió a su divina gracia y a sus dones, siendo heroico en todas las virtudes morales y cristianas. Fue humilde hasta el extremo de no firmarse sino con el nombre de pecador, persuadiéndose era el mayor de todos los pecadores. Así es que fue cruelísimo consigo mismo, usando siempre del cilicio, de la disciplina, abstinencias, ayunos y toda obra de mortificación y de penitencia, con que procuraba aplacar al Señor por sus culpas enormes en sola su imaginación. Fue purísimo en alma y cuerpo; paciente, lleno de mansedumbre, de piedad, de celo, de caridad, sosteniendo estas virtudes con una oración continua; en una palabra, era en un todo conforme a Jesucristo.

 

Desde su misma niñez así lo fue, y en él no hubo más alteración que los mayores grados de perfección con que cada día adelantaba en esta conformidad y en sus heroicas virtudes. En medio pues de tanta heroicidad, amado de Dios y de los hombres, entre los dulcísimos nombres de Jesús y de María rindió su espíritu en manos del Señor a 5 de abril de 1419 en Vannes, ciudad de la Bretaña menor en el reino de Francia, y le colocó el Omnipotente en su paraíso celestial, premiando así sus virtudes, su celo apostólico, su heroica santidad, y haciendo que su memoria permanezca por medio de signos prodigiosos y de milagros estupendos en el corazón de sus devotos entre bendiciones, alabanzas y eterna gratitud.

 

Luego que el Santo fue beatificado y canonizado, creciendo cada día más y más la fama de los milagros y beneficios que por su poderosa intercesión Dios hacia a sus devotos, comenzaron éstos a reclamarla por medio de cultos piadosos y religiosos, y de novenarios que hacían en su honor. Nuestra España especialmente ha adoptado estos, y por su medio ha interesado frecuentemente al Santo.

 

Con los calamitosos tiempos que han transcurrido no ha dejado de resfriarse la piedad y devoción en algunos, que con frecuencia omiten estas y otras prácticas piadosas: y en otros una piedad mal entendida ha hecho emplear las novenas de los Santos en meras estériles alabanzas, sin tratar de edificarse con sus virtudes. Para ocurrir al primer escollo y avivar la piedad de aquellos, ha parecido conveniente ofrecerles esta Novena de San Vicente Ferrer, bastante abreviada, extractada de otra que por dilatada, aunque muy devota, algunos se cansaban de ella: y para evitar el segundo, se ha puesto esta misma por orden de virtudes, para que la consideración de una de ellas cada día nos excite a imitarla en el ejemplar que nos ofrece el mismo Santo: y así al paso que le alabemos y procuremos su favor en la secuela de sus virtudes, nos proporcionemos iguales objetos de alabanza en la Gloria de los bienaventurados.

 

 

 

 

 

 

 NOVENA II

DÍA PRIMERO

TEMOR DE DIOS

Puesto de rodillas delante del Altar o Imagen de San Vicente, y hecha la señal de la cruz, dirá el Acto Contrición siguiente:

 

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, en cuyos misterios y fe creo, en cuya misericordia y méritos infinitos de vuestra pasión y muerte espero ser eternamente feliz, y á quien amo sobre todas las cosas y aun sobre mi propia vida, me pesa, Dios mío, haberos ofendido, por ser vos quien sois y por vuestra infinita bondad; y propongo perder mil vidas que tuviese, antes que volveros á ofender, y satisfaceros, ayudado de vuestra divina gracia, por mis ofensas. Os doy palabra firme de confesarme y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos: espero en vuestra misericordia infinita me perdonareis todos mis pecados, y me daréis gracia para perseverar en estos mis propósitos firmes, y emplearme en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amen.

 

 

Oración para todos los días

Glorioso Padre San Vicente, dignísimo hijo de Santo Domingo, que destinado por Dios para Predicador de las gentes, mereciste que tu alma fuese adornada con todas las virtudes y dones del Espíritu Santo, para que con tu doctrina y ejemplo convirtieses los pecadores á verdadera penitencia, y atrajeses á los infieles á la fe de Jesucristo: humildemente te pido interpongas tus poderosos méritos ante nuestro Dios y Señor, para que apartando de mí cuanto le sea desagradable, me conceda la gracia de imitar tus virtudes, y con ellas emplearme en su santo servicio hasta el último momento de mi vida. Amen.

 

 

Oración para el primer día

Dulcísimo Jesús, que deseando que todos los hombres, ayudados por vuestra divina gracia, obrasen en temor y temblor su eterna felicidad, les manifestasteis siempre con vuestras palabras y ejemplos el fundamento de la verdadera sabiduría en este mismo temor, y que en vuestro siervo San Vicente Ferrer les ofrecisteis un modelo práctico de este precioso don del Espíritu Santo, mandándole anunciase á todas las gentes la proximidad de vuestro juicio, para que los pecadores se retrajesen de vuestras ofensas, y emprendiesen una saludable penitencia: concededme, Dios mío, por la intercesión del mismo Santo, que penetrada mi alama de este santo temor, y teniendo á la vista vuestros altos juicios, huya de todas las ocasiones de pecar, y me haga digno de vuestras misericordias. Amen.

 

Aquí meditará cada uno el día del juicio, y procurará imprimir en su alma el santo temor de Dios.

 

 

Concluida la meditación dirá los versos siguientes:

 

Misericordia, Señor, y atended piadoso a mi corazón.

Misericordia, Dios mío, que mi alma se halla enferma, y las virtudes están en ella muy desmayados y perdidos.

Misericordia, Señor, y atended a lo humillado y abatido que me veo de mis enemigos.

Misericordia, Señor, que me veo angustiado, y habiendo provocado contra mí vuestra justicia, me hallo confuso, y se estremece mi cuerpo.

Misericordia, Dios mío, y sea según vuestra gran clemencia.

Misericordia, Señor, que me atropella el enemigo; todo el día me acomete y molesta.

Misericordia, Señor, pues en vos confía mi alma, y se alegra mi corazón en vos. Gloria Patri, E.c.

 

 

Oración a S. Vicente Ferrer

Para el primer día.

Amado Padre San Vicente, que poseído del santo temor de Dios, diste abundantísimos frutos de verdadera sabiduría, y predicándole á los pecadores é infieles, los ilustraste en los verdaderos caminos de su eterna felicidad: alcánzame, que temiendo yo á Dios siga el camino de las virtudes, de que tantos y tan repetidos ejemplos nos diste, que guía al objeto de mi felicidad, que consiste en la posesión del mismo Dios. Amen.

 

Para alcanzar esta gracia se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá todos los días con la siguiente oración.

 

 

Glorioso Apóstol de Valencia San Vicente, te consta, Santo mío, la necesidad de mi alma, y el consuelo que necesita; por tanto te suplico humildemente interpongas delante de Dios tus poderosos méritos, para que consiga de su divina piedad las virtudes y la gracia que pido en esta Novena; y que en el artículo de mi muerte me dé conocimiento entero, me conserve el habla para la confesión de mis culpas, me conceda una perfecta contrición de ellas, una fe viva, una esperanza firme, y una caridad ardiente, para que con toda seguridad y puro corazón pueda decir: En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, que eres bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amen.

 

Día segundo

Humildad.

Hecha la señal de la cruz, dicho el Acto de Contrición, y la oración Glorioso Padre, como en el primer día, luego se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que deseoso de plantar en el corazón de los hombres la verdadera humildad, no dudasteis tomar forma de siervo, humillándoos hasta la muerte de Cruz; y que en vuestro siervo San Vicente renovasteis frecuentemente ejemplos de humildad, con los que yo abatiese mi amor propio: ilustrad, Dios mío, mi alma, para que conociendo mi miseria huya del orgullo y vanidad, enemigos capitales de ella, y únicamente apetezca el desprecio y abatimiento, para que así algún día sea por vos, según vuestra promesa, ensalzado y glorificado entre los verdaderos humildes en la gloria. Amen.

 

Aquí considerará cada uno su propia nada, y pedirá á Dios la verdadera humildad. Luego dirá los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, espejo clarísimo de humildad, que alabado y aclamado de Pontífices, de Reyes, de Príncipes, y de los pueblos, quienes á porfia te llenaban de honores, supiste conservarte humilde, desechando todo orgullo y vanidad: alcánzame, Santo mío, esta virtud, con la cual á su ejemplo desprecie el vicio de la soberbia, y viendo mi nada y mi miseria, conozca que solo Dios es el grande, á quien únicamente es debido el honor y la gloria; y de él espere la que tiene preparada á los humildes y mansos de corazón. Amen.

 

Se dirá tres veces Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

Día tercero

Caridad.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la oración Glorioso Padre luego dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que llevado del amor al hombre bajasteis del cielo á la tierra, os vestisteis de nuestra humana naturaleza, y padecisteis muerte atroz en una cruz, para de este modo llamar su atención á fuerza de beneficios á vuestro amor y servicio, dándole además un ejemplar de heroica caridad en vuestro siervo San Vicente, con cuya virtud supo él tanto agradaros y serviros: os suplico inflaméis mi voluntad con el fuego de esta caridad, para que á vos solo ame, á vos solo sirva, y desprecie por vos aun mi propia vida, ganándola así para mi propia felicidad. Amen.

 

Aquí se considerará el amor que nos tiene nuestro Dios, y la obligación que tenemos de corresponder á este amor.

 

Luego dirá los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, que cual serafín abrasado en amor de Dios, día y noche meditabas su santa ley con el objeto de agradarle en todo; indagabas su divina voluntad para cumplirla, y en continuas alabanzas al Señor explicabas tu caridad: abrasa, Santo mío, mi alma con el fuego de esta heroica virtud, para que á imitación tuya yo sirva á mi Dios, y le ame con todo mi corazón, á fin de que despreciando todas las cosas por su amor, merezca alcanzar su gracia y su gloria. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol.

 

 

Día cuarto

Castidad.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que agradándoos en tanto grado la virtud de la pureza, nacisteis de una Madre Virgen y distinguisteis con particular amor á vuestro virgen discípulo San Juan; y sobre estos ejemplares nos habéis dado en vuestro siervo San Vicente un Ángel en esta santa virtud, para que á su ejemplo nosotros seamos puros y castos en obras, palabras y pensamientos: concededme, Jesús mío, por su intercesión poderosa, que aparte yo de mi corazón todo impuro deseo, y sea casto en obras y palabras, para que así sea digno de entonar aquel dulce cántico que cantan los puros y castos en el cielo. Amen.

 

Aquí se meditará sobre la hermosura de la Pureza, pidiendo al Señor que nos la dé en alma y cuerpo.

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, espejo cristalinísimo de pureza y castidad, que conservaste con los auxilios de la gracia todo el discurso de tu vida, apartándote de aquellas ocasiones peligrosas que los enemigos de nuestras almas escogen para empañarlas y perderlas, viviendo siempre mortificado en tus sentidos, y conteniendo tus pasiones con el ayuno y la penitencia: alcánzame, Santo mío, que mortificando yo mis pasiones y apetitos, y manteniéndome siempre puro y casto en obras, palabras y pensamientos, sea templo vivo del Espíritu Santo. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

Día quinto

Mortificación.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la Oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que venido al mundo á redimir al hombre, y á enseñarle los caminos de su salvación con vuestros ejemplos y doctrina, le guiasteis por el de la mortificación, ayunando, velando, padeciendo hambre, desnudez y cansancio; y le disteis para ejemplar de esta virtud á vuestro siervo San Vicente, para que como él mortificásemos nuestra carne con nuestros apetitos: infundid, Salvador mío, en mi alma vivísimos deseos de imitaros, para que mortificados mis apetitos y pasiones, y macerada mi carne con la penitencia, satisfaga en algún modo á vuestra justicia por mis culpas, y merezca ser escrito en el libro de la vida. Amen.

 

Aquí se meditará cuánta necesidad tenemos de mortificar nuestra carne, para que no se rebele contra el espíritu.

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, que para tener siempre sujetos tus apetitos y pasiones, los tuviste toda tu vida clavados en la cruz de Jesucristo, mortificándolos con ayunos, abstinencias, cilicios, disciplinas y demás géneros de penitencias con que pudiste vencer los enemigos de nuestra salud: alcánzame, Santo mío, aquel espíritu de mortificación que vino á enseñarnos Jesucristo, para que crucificado yo con él en la tierra, merezca resucitar con él en su gloria. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

 

Día sexto

Paciencia.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la Oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que anunciado como varón de dolores y enfermedades tolerasteis con las mas heroica paciencia los que cargaron sobre vos por los pecados de los hombres; y lejos de abrir la boca para quejaros de los golpes, injurias, oprobios y contusiones, con que indignamente fuisteis tratado, orasteis por los mismos enemigos, que así os mortificaron y crucificaron; y á mayor abundamiento quisisteis poneros por admirable ejemplar de paciencia á vuestro siervo San Vicente en los trabajos que padeció, para que nos avergonzásemos de nuestro poco sufrimiento: dadme, Dios mío, esta paciencia, para que á imitación vuestra yo sufra, resignado en vuestra divina voluntad, los agravios é injurias de mis prójimos, y los trabajos que de cualquier modo me vengan, y así se cumpla en mí el dicho de vuestro Apóstol: Si con Cristo padecemos, con Cristo seremos glorificados. Amen.

 

Aquí se meditará la resignación que tuvo Jesucristo en medio de sus tormentos y su muerte, y el poco sufrimiento que tenemos en nuestros trabajos.

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, que perfecto imitador de Jesucristo crucificado sufriste con la mayor paciencia y mansedumbre, así los grandes trabajos y enfermedades con que Dios provocaba tu virtud, como los malos pensamientos, falsos testimonios, calumnias y burlas pesadas de hombres perdidos, de mujeres escandalosas, y aun de algunos de tus discípulos, perdonándolos á imitación del mismo Jesucristo, y dispensándoles favores y beneficios: alcánzame, Padre mío, que imite yo esta misma mansedumbre y paciencia, para que con verdad diga á mi Dios: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos á nuestros deudores. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

   

Día séptimo

Oración.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la Oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que después de haber persuadido á los hombres la necesidad de orar, y enseñándoles el modo de hacerlo, les disteis continuos ejemplos de oración, y quisisteis que dedicado siempre á esta virtud vuestro siervo San Vicente se verificase en él lo que decía San Pablo; que nuestra conversación es en los cielos, para que nosotros, siguiendo sus pasos, nos acostumbrásemos á este santo ejercicio: moved, Jesús mío, mi alma para que se dedique en un todo á la oración, y merezca conseguir por ella vencer los enemigos de mi eterna salud, y tolerar las tribulaciones por donde debo pasar para ser feliz. Amen.

 

Aquí se meditará cuánta necesidad tenemos de los auxilios de Dios, los cuales se consiguen por medio de la oración.

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, que penetrado de la bondad y misericordia del Señor para con los hombres, y que solo de sus benéficas manos les han de venir los auxilios y la gracia para amarle, servirle y vencer los enemigos de su salvación, te elevabas en la mas alta contemplación para darle gracias por tan incomparables beneficios: alcánzame, Santo mío, que penetrado yo de estos mismos sentimientos, tenga una oración fervorosa, por la que consiga todo cuanto necesito para la salud de mi alma. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

 

Día octavo

Amor al prójimo.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la Oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que llevado del amor á los hombres quisisteis nacer verdadero hombre sin dejar de ser Dios, vivir y conversar con ellos, enseñarles los caminos de la verdadera felicidad, y morir últimamente por ellos; cuyo ejemplar unido con el de vuestro siervo San Vicente, que se desvivía por el bien de sus prójimos, nos dice el mutuo amor que debe reinar entre los hombres: comunicadme, Dios mío, eficaces deseos de amar á mis prójimos, aun á mis enemigos mismos, y de hacerles todo el bien posible en lo temporal y espiritual, para que así merezca oír algún día de vuestra boca lo que oirán vuestros escogidos: Venid, benditos de mi Padre, al reino que os tenido preparado. Amen.

 

Aquí se meditará la obligación que tenemos de amar á nuestros prójimos, pues todos somos hijos de un mismo Padre, que es Dios.

 

 

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, que abrasado en el amor de tus prójimos les procurabas todos los bienes posibles con tu predicación, oraciones y penitencias por su salud eterna, y con tus estupendos milagros por su bien temporal: te suplico, Santo mío, me alcances del Señor iguales deseos de emplearme en la salud de mis hermanos, aunque fuesen mis mayores enemigos, amándolos de todo corazón, y procurando su verdadera felicidad para que yo reciba el premio condigno en el reino de los cielos. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol.

 

 

Día NOVENO

Penitencia.

Hecha la señal de la cruz y dicho el Acto de Contrición y la Oración Glorioso Padre, se dirá la siguiente oración.

 

Dulcísimo Jesús, que lleno de bondad no queréis la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, proporcionándole el remedio de su conversión en la penitencia y aborrecimiento de sus culpas, y dándole un vivo ejemplar en vuestro siervo San Vicente, que á pesar de su inocencia castigaba continuamente su cuerpo, y le reducía á servidumbre para que yo aprendiese á castigar el mío, que tantas veces ha pecado: concededme, Señor mío, fortaleza para satisfaceros con obras de penitencias las muchas ofensas que os tengo hechas, y así justificado como el Publicano merezca vuestro perdón, vuestra gracia y vuestra gloria. Amen.

 

Aquí se meditará cuánto necesitamos ejercitar la penitencia para satisfacer por nuestros pecados.

 

Luego se dirán los versos Misericordia Señor, y después la siguiente oración.

 

Amado Padre San Vicente, clarísimo espejo de inocencia, que no teniendo culpa de grave de que llorar, derramabas lágrimas copiosas de dolor, y castigabas tu inocente cuerpo con el ayuno, el cilicio y las disciplinas, las mas veces de sangre, por los defectos leves y precaverlos: alcánzame, Santo mío, un verdadero conocimiento de mis pecados, un dolor intensísimo de haber ofendido á Dios, y un ánimo resuelto de satisfacer al Señor con obras de penitencia, con que pague en esta vida las penas que merezco por ellos, y así purificado y santificado, pueda entrar en el reino de la gloria. Amen.

 

Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la oración Glorioso Apóstol de Valencia.

 

 

Gozos al glorioso S. Vicente Ferrer

 

Pues gozas supremo honor

Por tu virtud eminente,

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

 

El cielo antes de nacer

Tu santidad pronostica,

Y con milagros publica

Los prodigios que has de hacer.

De tu virtud superior

Fue el indicio mas patente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

 

Valencia en tu nacimiento

Se explico con alborozo,

Adelantándose el gozo

Para aplaudirte portento.

Hizo inmortal su esplendor

Con las luces del Oriente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

 

 


 

 

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