Examen de conciencia
Para que se entiende mejor, Jesús aquí le está hablando a un sacerdote, él se llama Octavio Michelini.
La gravedad de la situación impone un plan válido para todos, para llevarse a la práctica por todos al vértice y a la base, con obligado examen de conciencia que lleve a las siguientes conclusiones:
¿Estamos convencidos de la necesidad de revisar seriamente la concepción sobre
la que está basada nuestra vida?
¿Es vida integralmente cristiana? ¿O en parte pagana? ¿O del todo pagana?
¿Estamos dispuestos a elaborar un nuevo plan de vida interior?
¿Un nuevo modo de vivir nuestra fe, la esperanza, la caridad, la vida de gracia?
¿Estamos dispuestos a hacer lo que hacen tantos hombres con laborioso
empeño, para adiestrarnos contra las fuerzas del Mal con una verdadera cruzada
de oración y de penitencia?
¿Estamos dispuestos a hacer callar los tumultos que se levantan en torno a
nosotros (y son tantos) para escuchar en el silencio y en el recogimiento las
invitaciones que nos vienen de lo Alto, para ayudarnos a conjurar los peligros
que nos dominan?
¿Estamos dispuestos a retornar a una devoción viva, sincera, a la Madre de Jesús
y Madre nuestra? ¿A acoger su llamada a la mortificación y a la penitencia?
¿Estamos dispuestos a un regreso sincero y vivo a Jesús Eucaristía?
Si mis sacerdotes, tan ocupados en tantas actividades, quieren ser objetivos,
deben admitir que no obstante su febril trabajo, no ofrecen ya, salvo
excepciones, motivos de credibilidad.
¿Se han secado quizá las fuentes de la Gracia? ¡No! Mi Corazón misericordioso
está siempre abierto.
En sí mismos deben volver a buscar las causas. Se necesita poner la segur a la
raíz; quiero decir que urge que cambiéis la ruta primero vosotros sacerdotes, si
queréis que el grueso del ejército os siga.
Para esto sí que vale la pena de encontrarse y en una leal y sincera fraternidad elaborar un nuevo plan de reforma espiritual. ¿No es esto al fin lo que os pide el Concilio?
Vida de gracia, unidad y obediencia, fin de la anarquía, lucha contra el demonio
y contra el mal sin descender a compromisos, son los grandes temas que
verdaderamente hay que profundizar, en el vértice y en la base.
¿Qué se espera todavía para hacerlo?
Miedo, vergüenza, respeto humano, apego a una vida cómoda... ¡Convertíos,
convertíos! No os dé miedo ni os escandalice esta invitación.
Yo y Mi Madre, que tanto os amamos, estaremos a vuestro lado. Se trata de la
salvación de vuestra alma y de aquellas que se os han confiado.
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