EJERCICIO QUE HIZO UN SUMO PONTÍFICE ANTES DE MORIR

 Y QUE LE EXIMIO DE LAS PENAS DEL PURGATORIO

 

El Venerable P. La Colombiére cuenta que un Sumo Pontífice, al punto de morir, llamó a su capellán y le dijo:

 

 «Cuando me veas en la agonía, te ruego que reces tres Padrenuestros por la salvación de mi alma. Dirás el primero en honor de Jesús agonizante, para que ofrezca a su Padre el sudor de Sangre que derramó con tanta abundancia en el huerto de las Olivos por nuestros pecados.

 El segundo lo dirás en honor de todas las amarguras que sintió en la Cruz, especialmente en el momento de separarse el alma de su cuerpo, a fin de que las presente a su Padre en expiación de todas las penas que temo haber merecido por mis pecados.

Dirás el tercero en honor del amor inefable que hizo bajar a Jesús del cielo a la tierra y padecer tanto, a fin de que, en virtud de aquel amor, se digne salvarme y abrirme el cielo, que mi indignidad me tendría para siempre cerrado.»

 

 

El piadoso capellán prometió de muy buena gana rezar aquellas oraciones, y lo hizo con toda la devoción posible. Poco después, habiendo salido el Papa de esta vida, se apareció resplandeciente de gloria a su capellán, le dio muchísimas gracias, anunciándole que no había sufrido pena alguna, y le dio razón de ello, diciendo:

 

"Después del primer Padre Nuestro, Jesús, ofreciendo por mí a su Padre el sudor de Sangre que derramó, ha disipado todos mis dolores y angustias. Después del segundo, ha borrado todos mis pecados por la amargura de sus padecimientos. Después del tercero, me ha abierto el cielo por su amor, y me ha introducido en él gozosamente."

 

Esta relación solía hacer muchas veces aquel camarero: por lo cual, mucho tiempo en aquella tierra, los que morían eran ayudados con esta santa devoción, con esperanza de que las almas, por medio de ellas, eran libradas del poder de los enemigos, y, con el auxilio de Nuestro Señor Jesucristo, llevadas a la gloria del paraíso.

 

 

PRÁCTICA DE ESTE SANTO EJERCICIO

Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Padre Nuestro

Salvador del Mundo, sálvanos, y a Ti, que con tu Cruz y tu sangre redimiste al Mundo, rogamos que nos asistas.

 

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, por tu agonía Santa, y por la Oración en la cual rogaste por nosotros en el Huerto de Getsemaní, cuando sudaste sangre que, con tanta abundancia, corrió por la tierra; te ruego que, por la muchedumbre de sudor sanguíneo que angustiado derramaste por nosotros pecadores, te dignes ofrecerla al Padre Eterno contra la muchedumbre de todos los pecados de tu siervo (o sierva N., y líbrale (o líbrala) en esta hora de todas las angustias y penas que por sus pecados teme que ha merecido; tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Padre Nuestro

Santifícanos, Señor, con la señal de la Santa Cruz, para que sea nuestra defensa contra las armas de nuestros enemigos, Defiéndenos Señor por tu Santa Cruz y por el precio de tu Sangre con que nos redimiste.

 

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que tuviste por bien morir por nosotros en una Cruz: Yo te pido que, por la amargura de todos tus trabajos que por nosotros, miserables pecadores, padeciste en la Cruz, principalmente cuando tu Santísima Alma salió de su cuerpo, te dignes ofrecerla a Dios Padre, Omnipotente, por el alma de este tu siervo (o sierva.) N., y líbrale (o líbrala), en esta hora de su muerte de todas las penas y trabajos que por sus pecados teme que las ha merecido. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Padre Nuestro

Ampara, salva, bendice y santifica Señor a este tu siervo N. y por la señal de la Santa Cruz, líbrale de las enfermedades del alma y del cuerpo, y contra esta señal ningún peligro prevalezca.

 

CONCLUSIÓN DE ESTE EJERCICIO

Oración

Señor mío Jesucristo, pues nos redimiste con tu preciosa sangre, escribe en el alma de este tu siervo (o de esta tu sierva) N., tus preciosas Llagas con tu Sangre, para que aprenda, a leer en ellas tu dolor contra todos los dolores y penas que por sus pecados teme que ha merecido. Imprímele tu amor, para que se una a Ti, y para, que nunca se pueda apartar de Ti y de todos tus escogidos. Hazla, Señor participante de tu Santa Encarnación, de tu amarga Pasión, de tu gloriosa Resurrección y de tu admirable Ascensión. Hazla Señor, participante de tus Santos Misterios y Sacramentos. Hazla, participante de todas las oraciones y beneficios que se hacen en tu Santa Iglesia, y hazla participante de todas las bendiciones, gracias, misterios y gozos de tus escogidos, que te agradaron desde el principio del Mundo; y concédele que con todos éstos en tu presencia, te goce eternamente. Tú que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo. Amén

 

ACTO DE CARIDAD

Yo os amo, Dios mío, con todo mi corazón y con todas mis fuerzas, porque Vos sois infinitamente bueno y digno de ser amado. Amo también Señor a mi prójimo como a mí mismo por amor vuestro.


 

Novena por las Almas del Purgatorio

 

 

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