Coronilla de Maximiliano Kolbe
(Oración por la familia)

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		 Esta coronilla, constituida por 15 cuentas y por una medalla de San Maximiliano, quiere pedir la poderosa intercesión del Mártir de la caridad, que dio la vida para restituir un papá a su familia.  | 
		
		 
		
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¿Por qué es eficaz 
esta devoción para orar por la familia? 
  En el campo de concentración de Auschwitz, un prisionero trató de escapar 
y en represalia los Nazis eligieron 10 hombres al azar para matarlos de 
inanición. Uno de ellos cayó de rodillas y pidió clemencia, pues era padre de 
familia y deseaba un día volver a verlos. De inmediato Maximiliano Kolbe ofreció 
su vida a cambio, con tal de salvar a esta familia.
  El heroico sacrificio de San Maximiliano Kolbe nos enseña que por la 
familia es válido darlo todo, incluso la vida. Es por ello que mediante esta 
coronilla Maximiliano Kolbe y la Inmaculada interceden por nuestra familia, para 
que permanezca unida y para que sus miembros comprendamos que por nuestra 
unidad, vale la pena que lo demos todo.
 
 ¿Por qué la 
Medalla Milagrosa?
  San Maximiliano Kolbe siempre estuvo convencido de que la promesa de 
innumerables gracias hecha por la Virgen a Santa Catalina Labouré cuando le 
encomendó que se acuñara esta medalla de la Inmaculada Concepción, es una 
realidad que suscita conversiones a veces casi imposibles. Maximiliano Kolbe 
hizo de la Medalla Milagrosa el símbolo de la Milicia de la Inmaculada, no como 
amuleto, sino como testimonio palpable de nuestra fe en la poderosa intercesión 
de la Inmaculada.
La Coronilla se reza de la siguiente forma:
1.
Consagración a la Santísima Virgen María
2. 14 veces la oración a la Medalla Milagrosa e Invocación 
a San Maximiliano Kolbe
3. Oración a San Maximiliano Kolbe por las familias
Se comienza rezando, en la primera cuenta después de la 
medalla, la Oración de Consagración a la Virgen.
 
Virgen Inmaculada,
Madre de Jesús
y Madre nuestra,
te entrego todo lo que tengo,
todo lo que amo,
todo lo que soy:
mi cuerpo, mi corazón, mi mente;
para ser en tus manos
testigo del Evangelio,
como San Maximiliano Kolbe.
Acompáñame cada día,
para que pueda vivir
y transmitir la bondad
y el amor de Dios.
Amén.
 
Las otras 14 cuentas recuerdan la muerte del Padre Kolbe el 14 de agosto de 
1941. En  cada una de estas cuentas se dice 
la Oración de la Medalla Milagrosa, adaptada por 
él, seguida por una invocación a San Maximiliano:
 
Oración de la Medalla Milagrosa
Oh María, concebida sin pecado,
ruega por nosotros que recurrimos a ti
y por cuantos a ti no recurren,
en especial por los enemigos de la Iglesia
y por aquellos que te son encomendados.
Invocación
San Maximiliano Kolbe,
¡ruega por nosotros!
 
 Al finalizar, se reza la oración a San 
Maximiliano por las familias, dado que él entregó su vida a cambio de salvar una 
familia, salvándole la vida justamente al padre de una familia para que pudiera 
volver a ella.
Oración de San Maximiliano por las familias
 San Maximiliano, tú que después de haber gastado tu vida por el anuncio 
del Evangelio a todos los hombres, ofreciste tu vida en el campo de 
concentración, para que una familia no fuera privada del esposo y del padre, 
haznos comprender que la familia es un don precioso, por el cual vale la pena 
luchar y sacrificarnos. Tú que te dejaste guiar por la Virgen Inmaculada y en 
Ella encontraste la fuente de todas las gracias, haz que experimentemos la 
fuerza de Su intercesión, y lleguemos a ser fieles discípulos de Jesús. Mira con 
bondad a nuestra familia y a todas las familias del mundo, e intercede para que 
obtengamos las gracias que más necesitamos, en particular la unidad y el amor 
recíproco. 
Acompáñanos siempre en nuestro camino. Amén
La coronilla se obtuvo de la página "Semillas para la vida" de Mauricio Pérez, archivos de audio on line que nuestra página, ya consolidada gracias a ustedes, apoyó desde un comienzo, recomendándolo, agregando un link al sitio en nuestra página respectiva e inscribiendo los mail de las personas que nos escribían. Mantenemos nuestro interés que ustedes visiten la página de Semillas para la vida. La mencionamos en la portada del sitio y en la página de Links. Aprovechamos esta ocasión para agradecer el apoyo otorgado a nuestro sitio y queremos decirles que estamos agregando nuevas páginas todas las semanas, en la medida que nuestras actividades laborales lo permitan. Que Dios los bendiga a todos.
ANEXO
Maximiliano Kolbe. El santo que murió en Auschwitz

 De él dijo Juan Pablo II que «hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino 
que donó la vida». Poco antes de la invasión de Polonia, el santo había escrito: 
«Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por 
ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, 
derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para 
apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime». 
Dios le tomó la palabra.
Raymond nació en Zdunska Wola, Polonia, el 8 de enero de 1894. Sus padres, María 
Dabrowska, que no pudo cumplir su sueño de ser religiosa, y Julio Kolbe, 
integrados en la Tercera Orden Franciscana, le transmitieron su fe y devoción 
por la Virgen. De cinco varones habidos en el matrimonio, dos fallecidos 
prematuramente, los tres que sobrevivieron crecieron impregnados de la 
espiritualidad franciscana. 
En 1906 el pequeño Raymond había tenido una visión en la que María se le presentaba con una corona blanca y otra roja cuyo simbolismo interpretó como una simbiosis de pureza (la blanca) y vaticinio de su martirio (la roja). María Dabrowska, conocedora del hecho, guardó en su corazón, como hizo la Virgen, esta espada de dolor que sabía iba a ser motivo de gloria eterna para su querido hijo. Éste asentó en la Madre del cielo su vida y quehacer apostólico.
A los 13 años ingresó en el seminario franciscano de Lviv, junto a Francisco, su 
hermano mayor. Allí acrecentaba su oración, su amor al estudio y daba pruebas de 
férrea vocación. Sin embargo, la promesa de defender a María, que ambos 
hicieron, iba acompañada para Raymond de la idea de las armas. Combatiría por 
Ella rememorando el día en el que el monarca polaco Juan Casimiro consagró su 
país a la Virgen, ante la imagen de Nuestra Señora de Czestochowa. Todo ello 
venía a su mente y a su corazón porque la paz se había roto en la frontera de 
Lviv ocupada por los rusos y dominio austriaco. No tardó en darse cuenta de que 
sacerdocio y armas eran irreconciliables, pero se sentía llamado a engrosar las 
filas de los que se disponían a luchar para defender su patria.
Hubo un momento en que experimentó el aguijón de la duda respecto a su vocación; 
influyó en la voluntad de su hermano, y los dos decidieron abandonar el 
convento. Pero ahí estaba la madre, orando y velando por sus hijos, con tanta fe 
que llegó a visitarlos justo en el momento oportuno. Era portadora de una gozosa 
noticia. Les comunicó que iba a unirse a ellos Joseph, el menor de los hermanos, 
y que ambos progenitores habían acordado dedicarse a servir a Dios 
exclusivamente.
Disipada la vacilación, en septiembre de 1910 Raymond inició el noviciado. Al 
profesar tomó el nombre de Maximiliano. Cursó estudios de filosofía y teología 
en Roma entre 1912 y 1919, obteniendo el doctorado en ambas disciplinas, aunque 
también destacaba brillantemente en matemáticas y en física. En esta época la 
Virgen le inspiró la fundación de la Milicia de la Inmaculada. Ya sacerdote 
regresó a Polonia con una gran debilidad física, pero con un espíritu apostólico 
imbatible. Su mala salud lo liberó de otros compromisos y pudo dedicarse por 
entero a promover la Milicia que materializó en su país junto a otro grupo de 
religiosos en 1919. Llevado por su excelso amor a María, y creyendo que era una 
vía para rescatar las almas, creó la revista mensual «Caballero de la 
Inmaculada», cuya tirada ascendía al millón de ejemplares en 1939. Con esta 
publicación llegaba a hogares polacos y de otros lugares del mundo. Al mismo 
tiempo impartía clases en Cracovia.
En 1929 fundó la primera «Ciudad de la Inmaculada», que tuvo su sede en el 
convento franciscano de Niepokalanów, y que pronto fue bendecida con tal cúmulo 
de vocaciones que se convirtió en el mayor monasterio de la época y uno de los 
más numerosos en toda la historia de la Iglesia. Dos años más tarde, 
respondiendo a la solicitud de petición de misioneros que hizo el papa, partió 
voluntariamente a Japón donde creó otra nueva Ciudad y difundió la revista 
mensual. Abrió un noviciado y un seminario. Con un apostolado en el que incluía 
prensa y radio seguía adelante con su sueño de «conquistar todo el mundo, todas 
las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, 
todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las 
comunicaciones».
En 1936 regresó a Polonia ya que en su ausencia Niepokalanów había atravesado 
alguna crisis. Con la ocupación nazi acogió allí a miles de desplazados de 
Poznań, los cobijó y asistió espiritualmente. En febrero de 1939 la Gestapo le 
apresó y le internó en los campos de concentración de Amtlitz y en el de 
Ostrzeszów. Aunque fue liberado, en 1941 volvieron a detenerle. Le condujeron a 
Pawiak y de allí le trasladaron a Auschwitz asignándole el número 16670. El 3 de 
agosto de 1941 se escapó un prisionero, y como castigo fueron seleccionados 
otros 10 para ser ejecutados. Raymond escuchó el clamor de uno de ellos, Francis 
Gajowniczka, que sufría por su familia. Dio un paso al frente y se ofreció al 
comandante para morir en su lugar al tiempo que daba fe de su condición 
sacerdotal. Era otro signo visible de su santidad.
Fue condenado a morir de hambre en una cámara subterránea, el temible búnker nº 
13, junto a los 9 restantes prisioneros. Él, que había escrito: «Tengo que ser 
tan santo como sea posible», en esas condiciones siguió oficiando la Santa Misa 
con la ayuda de algunos guardianes que le proporcionaban lo preciso para 
consagrar, compartiendo rezos y cánticos con sus compañeros y alentándoles en 
esas crueles circunstancias. Tres semanas más tarde era el único superviviente; 
el resto fue muriendo poco a poco. De modo que sus verdugos le aplicaron una 
inyección letal el 14 de agosto de 1941. Su madre tuvo directa noticia del 
martirio que estaba dispuesto a sufrir por la carta que él le había dirigido. 
Pablo VI lo beatificó el 17 de octubre de 1971. Juan Pablo II lo canonizó el 10 
de octubre de 1982.
 
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