CORONA A LA SANGRE PRECIOSA DE JESÚS.
A fin de promover en los fieles cristianos la devoción a la Preciosa Sangre de Jesucristo, con la cual fuimos todos redimidos, Pío VII con dos rescriptos, el uno de 31 de mayo de 1809 (que existe en las actas de la sagrada Congregación de Ritos), y el otro de 18 de octubre de 1815 (que se conserva en el archivo de la Archicofradía de la preciosa Sangre de Jesucristo, erigida en Roma en San Nicolás), concede 1 años y 7 cuarentenas de indulgencia una vez al día a los que rezaren devotamente la siguiente Corona a la Sangre de Jesucristo, e indulgencia plenaria una vez al mes a los que, habiéndola rezado diariamente en todo el discurso del mismo, confesaren y comulgaren, rogando por la santa Iglesia y el Sumo Pontífice y a más 300 días de indulgencia una vez al día a los que rezaren la sola oración:
Oh sangre preciosísima
¡Oh sangre preciosa de Jesús nuestro amor! clama a vuestro Divino Padre: misericordia, perdón, gracia y paz, por nosotros, por................ y por todos. Gloria al Padre........
Esta Corona se compone de siete misterios, en los cuales se consideran las siete veces que Jesucristo por nuestro amor derramó sangre de su inocentísimo cuerpo. En cada misterio se rezan cinco Padre nuestros con un Gloria menos en el último, en que se rezan solamente tres Padre nuestros y un Gloria, que completan el número de treinta y tres en memoria de los treinta y tres años durante los cuales la preciosa sangre de Jesús permaneció encerrada en sus venas, antes que la derramara enteramente por la salvación del mundo, y terminase la Corona con la expresada devota oración.
PRIMER MISTERIO
Nuestro amabilísimo Redentor derramó por primera vez su preciosa sangre el octavo día de su nacimiento, cuando por cumplir la ley de Moisés fue circuncidado. Considerando, pues, que Jesús hizo esto para satisfacer a la divina Justicia por nuestros pecados, excitémonos a arrepentirnos sinceramente de ellos, prometiéndole ser en adelante con su poderosa gracia verdaderamente castos de cuerpo y de espíritu. Amén.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
SEGUNDO MISTERIO
Jesús derramó sangre en el huerto de los Olivos, y en tanta cantidad , que el suelo quedó a su alrededor bañado de ella; e hizo esto, sabiendo la ingratitud con que debían recompensarle los hombres. ¡Ah! arrepintámonos , pues, de haber hasta aquí correspondido tan mal a los innumerables beneficios del Señor, y resolvámonos a aprovecharnos de sus gracias y de sus santas inspiraciones. Amén.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
TERCERA MISTERIO.
El Señor derramó sangre en su cruel flagelación , cuando rasgada la piel y laceradas sus carnes, brotó por todas partes a ríos aquella Preciosa Sangre que él mismo iba ofreciendo al eterno Padre en satisfacción de nuestras impaciencias y delicadezas. ¿Por qué, pues, no refrenamos la ira y el amor propio? ¡Ah! procuremos ser en adelante mas sufridos en las tribulaciones y mas despreciadores de nosotros mismos, y sufrir con paciencia las injurias que se nos hagan.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre
CUARTO MISTERIO
Brotó sangre de la sacratísima cabeza de Jesús cuando fue coronado de espinas, en pena de nuestra soberbia y de nuestros malos pensamientos. ¿Y continuaremos aún con nuestra soberbia y fomentando en nuestra mente imágenes deshonestas e ideas perversas? ¡Ah! tengamos siempre presente en adelante nuestra verdadera nada, nuestra miseria y nuestra fragilidad, y resistamos valerosamente a todas las perversas sugestiones del demonio.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
QUINTO MISTERIO
¡Oh! Cuánta sangre derramó de sus venas nuestro amable Jesús en el dolorosísimo camino que hizo al Calvario cargado con el pesado leño de la cruz! En tal abundancia la derramó, que de ella quedaron regadas las calles de Jerusalén y los lugares por donde transitó, e hizo esto en satisfacción de los escándalos y malos ejemplos con que sus criaturas habían de arrastrar a otros por el camino de la perdición. ¡Ah! ¡quién sabe si nosotros pertenecemos al número de estos desgraciados! ¡Quién sabe cuántos por nuestro mal ejemplo habrán sido arrojados al infierno eterno! Y ¿no tratamos todavía de enmendarnos? Procuremos contribuir en adelante a la salvación de las almas amonestándolas, edificándolas, y presentándonos a ellas como modelos de buenas y santas obras.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
SEXTO MISTERIO
El Redentor derramó la sangre sobre todo en su bárbara crucifixión, cuando rotas venas y arterias, brotó de sus manos y de sus pies como un torrente, cual saludable bálsamo de vida eterna para pagar las maldades e iniquidades del universo. ¿Y habrá todavía quien quiera perseverar en el pecado, y renovar de este modo la cruel crucifixión del Hijo de Dios? Lloremos amargamente las faltas que hemos cometido; detestémoslas a los pies del sagrado ministro; reformemos nuestras costumbres; emprendamos de aquí en adelante una vida cristiana, considerando cuánta sangre costó a Jesús nuestra eterna salvación.
Cinco Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
SÉPTIMO MISTERIO
Finalmente, Jesús derramó sangre después de su muerte, cuando con una lanza le abrieron el costado, e hirieron su amabilísimo corazón; y juntamente con la sangre salió también agua, para demostrarnos que la sangre había sido derramada toda hasta la última gota por nuestra salvación. ¡Oh bondad infinita de nuestro Redentor! Y ¿quién no os amará? ¿Quién no se derretirá de amor por Vos, que tanto habéis hecho por nuestra redención? ¡Ah! ya que nos faltan las expresiones, convidemos a todas las criaturas de la tierra, a todos los Ángeles y Santos del cielo, y especialmente a nuestra amada Madre María Inmaculada, a bendecir, alabar y encomiar vuestra preciosísima sangre. Sí, viva la sangre de Jesús, sí, viva la sangre de Jesús ahora y siempre, y por todos los siglos de los siglos. Así sea.
En este último misterio se rezarán solamente tres Padre nuestros, para completar el número de treinta y tres, y Gloria.
Tres Padre nuestros y un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre
ORACIÓN.
¡Oh sangre preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo bebida y purificación de nuestras almas, que defiendes continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia! Os adoro profundamente, y quisiera desagraviaros, hasta donde me sea posible, de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de las criaturas humanas; y especialmente de aquellas que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. Y ¿quién no bendecirá esta sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor para con Jesús que la derramó? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta divina sangre? ¿Quién os sacó hasta la última gota de las venas de mi Señor? ¡Ah! el amor fue ciertamente. ¡Oh amor inmenso, que nos has dado este bálsamo saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, emanado de la fuente de un amor inmenso! ¡oh! haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, encomiaros y daros gracias ahora y siempre y hasta el día de la eternidad. Amen.
ORACIÓN
Oremos: Dios Eterno y
Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste
ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y
estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida,
recojamos la recompensa eterna en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
OFRECIMIENTOS
I. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por la propagación y exaltación de mi amada madre la santa Iglesia, por la conservación y prosperidad de su cabeza visible el Sumo Pontífice, por los Cardenales, Obispos y Pastores de almas, y por todos los ministros del santuario.
Se rezará, en seguida un Gloria, y después la jaculatoria:
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
II. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por la paz y concordia de los gobernantes, por la humillación de los enemigos de la santa fe, y por la felicidad del pueblo cristiano.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
III. ¡ Oh Padre eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por la conversión de los incrédulos, por la extirpación de todas las herejías, y por el arrepentimiento de los pecadores.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
IV. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todos mis parientes, amigos y enemigos, por los pobres, por los enfermos y atribulados , y por todos aquellos por quienes sabéis que debo rogar, y queréis que yo ruegue.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
V. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todos aquellos que en el día de hoy pasarán a la otra vida, a fin de que los libréis de las penas del infierno, y los admitáis con la mayor solicitud en la posesión de Vuestra Gloria.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
VI. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todos los que aman este tan gran tesoro, por cuantos me acompañan en adorarle y honrarle, y por aquellos, en fin, que trabajan en propagar su devoción.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
VII. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y mi divino Redentor, por todas mis necesidades espirituales y temporales, en sufragio de las santas almas del purgatorio, y especialmente de aquellos que han sido mas devotas del precio de nuestra Redención y de los dolores y penas de nuestra amada Madre María Santísima Inmaculada.
Gloria al Padre...
Sea por siempre bendito y colmado de gracias Jesús, que nos ha salvado con su sangre.
El mismo Pío VII, con rescripto de 18 de octubre de 1815, que se conserva en el archivo de la citada Archicofradía de la preciosa Sangre de Jesucristo, además de conceder 300 días de indulgencia por cada día a los que con corazón contrito rezaren la oración: ¡Oh sangre preciosísima de vida eterna! concede también 100 días de indulgencia por cada día a todo el que rece con devoción las siguientes aspiraciones :
ASPIRACIONES DEVOTAS.
Viva, viva Jesús, que por mi salvación derramó toda la sangre de su corazón. La sangre de Jesús fue mi vida; Bendita sea su bondad infinita. Sea siempre alabada la sangre del Crucificado.
Que al mundo del infierno ha rescatado. Esta sangre por bebida se nos ha dado, Y del pecado a las almas ha lavado. La sangre de Jesús aplaca la indignación del Eterno, y nos lleva a su mansión. Si la sangre de Abel clama venganza, pues la de Jesús perdona y alcanza. Si de esta sangre nuestro corazón se llena, el ministro del furor divino pronto se ahuyenta. Si la divina sangre de Jesús se enaltece, triunfa el cielo, y el abismo se entristece.
Digamos juntos con gran confianza:
A. la sangre de Jesús démosle alabanza.
Jaculatoria u Ofrecimiento.
El mismo Pio VII, con rescripto firmado de su propia mano de 29 de marzo de 1817, que se conserva en el archivo de la Congregación de los Padres llamados Pasionistas, establecida en Roma, en el Retiro de los Santos Juan y Pablo, concede 100 días de indulgencia a todos los fieles cristianos, por cada vez que rezaren devotamente la siguiente Jaculatoria:
Os ofrezco, oh Padre Eterno, la preciosísima sangre de Jesucristo en satisfacción de mis pecados, y por las necesidades de la santa Iglesia.
Otro Ofrecimiento con un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
León XII, por rescripto de 25 de octubre de 1823, que se conserva en Roma en el archivo de los Padres Menores observantes en Aracoeli, concede a todos los fieles cristianos 100 días de indulgencia por cada vez que rezaren, devotamente el siguiente Ofrecimiento de la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo al Padre eterno, para alcanzar su celestial bendición, y un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria a la Santísima Trinidad, en acción de gracias por todos los beneficios recibidos. A los que lo hubieren rezado diariamente por espacio de un mes les concede al fin del mismo indulgencia plenaria el día en que confesados contritos y comulgados rueguen por la intención del Papa.
DICHO OFRECIMIENTO.
Os ofrecemos, oh Padre eterno, la preciosísima sangre de Jesús derramada por nosotros, con tanto amor y dolor, de la llaga de su mano derecha; y por sus méritos y virtud suplicamos a vuestra Divina Majestad , os dignéis concedernos vuestra santa bendición, para que en virtud de ella podamos" ser defendidos de nuestros enemigos, y libertados de todo mal, diciendo: Que la bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca siempre. Amén
Padre nuestro, Ave María y Gloria, como se ha dicho antes.
Breve Coronilla de la preciosísima sangre de Jesús.
(para los que no pudieren por salud o edad rezar la Corona)
Por concesión de Gregorio XVI, de 5 de julio de 1843, se pueden ganar las mismas indulgencias de la Corona de la Preciosísima Sangre, rezando la siguiente breve Corona (solamente para los que tuvieren impedimento de cualquier naturaleza); y las personas que no supieren meditar, pueden ganarlas igualmente rezando con devoción tan solo los treinta y tres Padre Nuestros que constituyen la misma Corona.
Coronilla a la Preciosísima Sangre De Jesús
Oh Dios, ven mi auxilio.
Oh Dios, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre y al Hijo........
I MISTERIO.
Jesús derramó sangre en la Circuncisión.
Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
II MISTERIO
Jesús derramó sangre en la Oración en el huerto.
Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
III MISTERIO.
Jesús derramó sangre en la Flagelación. Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
IV MISTERIO.
Jesús derramó sangre en la Coronación de espinas.
Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
V MISTERIO.
Jesús derramó sangre llevando la cruz a cuestas.
Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
VI MISTERIO.
Jesús derramó sangre en la Crucifixión.
Cinco Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
VII MISTERIO.
Jesús derramó sangre y agua en la lanzada.
Tres Padre nuestros, un Gloria.
Te rogamos, pues que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
ORACIÓN.
¡Oh sangre preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo bebida y purificación de nuestras almas, que defiendes continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia! Os adoro profundamente, y quisiera desagraviaros, hasta donde me sea posible, de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de las criaturas humanas; y especialmente de aquellas que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. Y ¿quién no bendecirá esta sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor para con Jesús que la derramó ? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta divina sangre? ¿Quién os sacó hasta la última gota de las venas de mi Señor? ¡ Ah! el amor fue ciertamente. ¡Oh amor inmenso, que nos has dado este bálsamo saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, emanado de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, encomiaros y daros gracias ahora y siempre y hasta el día de la eternidad. Amen.
ORACIÓN
Oremos: Dios Eterno y Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del
mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio
de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los
males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo. Por Jesucristo
Nuestro Señor. Amén.
Devoción del mes consagrado a la Divina Sangre de Jesús.
(Mes de Julio)
Pío IX, con rescripto del 4 de junio de 1850, que se conserva en Archivo de la Congregación de los Misioneros de la preciosísima Sangre, concede á lodos los fieles 7 años y otras tantas cuarentenas de indulgencia por cada día del mes consagrado a la Divina Sangre en cualquier día del año que se empiece, haciéndolo en iglesia u oratorio público, con tal que asistan a lo menos con corazón contrito; y indulgencia plenaria a los que hubiesen asistido a lo menos diez veces, la cual pueden ganar en el discurso del mes, o en uno de los siete días inmediatamente siguientes, si, confesados y comulgados, visitan alguna iglesia u oratorio público, rogando en ella por algún espacio de tiempo por la intención del Sumo Pontífice. Asimismo haciendo privadamente dicho ejercicio, con devotas oraciones y actos de virtud, en honor de la Divina Sangre, concede por cada día 300 de indulgencia, y continuándolo por espacio de un mes, si en el último día o en uno de los siete siguientes confiesan y comulgan, y visitan y ruegan como se ha dicho antes, pueden ganar indulgencia plenaria.
Fiesta de la preciosísima Sangre de Jesús.
(1 de Julio)
El mismo Pontífice con el citado rescripto de junio de 1850, así en el primer domingo de julio, en que se celebra la fiesta de la preciosísima Sangre, como en el viernes después del cuarto domingo de Cuaresma, en que celebra la Iglesia el oficio de dicha preciosísima Sangre, concede a todos los fieles indulgencia plenaria, comenzando desde las primeras Vísperas de tales días, con tal que confesados y comulgados visiten la iglesia de la Archicofradia o de la Congregación de la Sangre preciosa, o cualquier iglesia.
Tres Ofrecimientos a la preciosísima Sangre de Jesús.
A petición de algunos devotos agregados a la Pía- Unión establecida en Roma, bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María Santísima, el mismo sumo pontífice Pio IX, con rescripto de su propia mano de junio de 1854, que se conserva en la Secretaria de la Sagrada Congregación de indulgencias, concede las siguientes indulgencias al que rece los Ofrecimientos abajo expresados de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo a la Santísima Trinidad, en acción de gracias por los done y privilegios con que fue enriquecida la Santísima Virgen Maria Madre de Dios, particularmente en su Inmaculada Concepción; A saber, 300 días de indulgencia por cada vez que se recen con corazón contrito juntamente con la Oración a la Virgen Maria (ver más abajo); e indulgencia plenaria a los que por espacio de un mes los hubieren rezado diariamente, la cual pueden ganar el día en que, confesados contritos y comulgados, visiten alguna iglesia u oratorio público, rogando allí por algún espacio de tiempo, según las intenciones del Santo Padre el Papa.
DICHOS OFRECIMIENTOS.
I. ¡Oh Padre Eterno! os ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesucristo en unión con la santísima Virgen Inmaculada, y en su nombre, y en unión y en nombre de todos los bienaventurados del cielo, y de todos los elegidos de la tierra, en acción de gracias por los dones y privilegios con que la habéis enriquecido, como a vuestra obedientísima Hija, particularmente por su Inmaculada Concepción. Os ofrezco asimismo esta Preciosa Sangre por la conversión de los miserables pecadores, por la propagación y exaltación de la santa Iglesia, por la conservación y prosperidad del Sumo Pontífice, y según sus intenciones.
Un Gloria.
II. ¡Oh Verbo Eterno y Encarnado! os ofrezco vuestra Preciosísima Sangre, en unión con la Santísima Virgen Inmaculada, y en su nombre, y en unión y en nombre de todos los bienaventurados del cielo, y de todos los elegidos de la tierra, en acción de gracias por los dones y privilegios con que la habéis enriquecido, como a vuestra afectuosísima Madre, particularmente por su inmaculada Concepción. Os ofrezco asimismo esta Preciosa Sangre por la conversión de los miserables pecadores, por la propagación y exaltación de la santa Iglesia, por la conservación y prosperidad del Sumo Pontífice, y según sus intenciones.
Un Gloria
III. ¡Oh Eterno Espíritu Santo! os ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesucristo en unión de la Santísima Virgen Inmaculada, y en su nombre, y en unión y en nombre de todos los bienaventurados del cielo, y de todos los elegidos de la tierra, en acción de gracias por los dones y privilegios con que la habéis enriquecido, como a vuestra fiel Esposa, particularmente por su Inmaculada Concepción. Os ofrezco asimismo esta Preciosa Sangre por la conversión de los miserables pecadores, por la propagación y exaltación de la santa Iglesia, por la conservación y prosperidad del Sumo Pontífice, y según sus intenciones.
Un Gloria
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh Madre de Dios Inmaculada, Santísima Virgen María! por el amor que tenéis a Dios, y por lo agradecida que le estáis de tantas gracias y favores con que os enriqueció, particularmente por el privilegio singular de vuestra Inmaculada Concepción, y por los méritos infinitos de Jesucristo vuestro divino Hijo y Señor nuestro, os rogamos y suplicamos encarecidamente que nos alcancéis la más perfecta y constante devoción hacia Vos, y una completa confianza de recibir, por medio de vuestra poderosísima intercesión, todas las gracias que pidamos; y, seguros desde luego de alcanzarlas de vuestra inmensa bondad, con el corazón lleno de gozo y de reconocimiento os veneramos, repitiendo la salutación que os dirigió el arcángel san Gabriel:
Ave María purísima; sin pecado concebida.
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