ALMA DE CRISTO

 

(San Ignacio de Loyola)

 

 

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame

¡Oh buen Jesús, óyeme!

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del enemigo malo defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos Te alabe.

Por los siglos de los siglos. Amén

 

Oración a San Ignacio

  Glorioso San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y especial abogado y protector mío!. Ya que tan elevado estáis en el Cielo por haber hecho vuestras obras a mayor honra y gloria de Dios, combatiendo a los enemigos de la Iglesia, defendiendo nuestra santa fe, dilatándola por medio de vuestros hijos por todo el mundo, alcánzame de la divina piedad, por los méritos infinitos de Jesucristo, e intercesión de su gloriosa Madre, entero perdón de mis culpas, auxilio eficaz para amar a Dios y servirle con todo empeño en adelante, firmeza y constancia en el camino de la virtud, y la dicha de morir en su amistad y gracia, para verle, amarle, gozarle y glorificarle en vuestra compañía por todos los siglos. Amén.

 

Oración a San Ignacio de Loyola

  Santísimo padre San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús; escogido entre millares para dilatar la gloria de Dios por los cuatro ángulos del mundo; varón eminentísimo en toda clase de virtudes, pero especialmente en la pureza de intención con que siempre anhelabas la mayor gloria de Dios; héroe insigne de penitencia, humildad y prudencia; infatigable, constante, devotísimo, prodigiosísimo; de caridad excelentísima para con Dios, de vivísima fe y esperanza robustísima; me gozo, amado Padre mío, de verte enriquecido con tantas y tan eminentes prerrogativas, y te suplico alcances a todos tus hijos aquel espíritu que te animaba, y a mí una intención tan recta, que hasta en las menores cosas busque puramente la gloria divina, a imitación tuya, y logre por este medio ser de tu compañía en la gloria. Amén

 

Máximas de San Ignacio

Si estimáis la gloria, buscadla en la única verdadera, que es Dios.

La mayor de las glorias es cooperar a la salvación de las almas.

Quien teme a los hombres no hará nada por Dios.

¡Qué dolor ver a tantas naciones que desconocen e ignoran a Dios!

¡Cuán pocos comprenden lo que Dios haría por ellos si se dieran del todo a Él!

La renuncia de la voluntad propia vale más que resucitar a los muertos.

 

 

 San Ignacio de Loyola ganó para Dios innumerables almas, singularmente la hermosísima de San Francisco Javier, que se hallaba en París, ocupado allí en mundanos pensamientos. “Piensa, Francisco dijo un día el Santo,  piensa que el mundo es traidor, que promete y no cumple, mas aunque cumpliere lo que promete, jamás podrá satisfacer tu corazón. Y aun suponiendo que le satisficiere, ¿cuánto durará esa ventura? ¿Podrá durar más que tu vida? Y al fin de ella, ¿llevarás tu dicha a la eternidad? ¿Hay algún poderoso que haya llevado a la otra vida ni una moneda ni un criado para su servicio? ¿Hay algún rey que tenga allí un pedazo de púrpura para engalanarse?...”.

Con estas consideraciones, San Francisco Javier se apartó del mundo, siguió a San Ignacio de Loyola y fue un gran santo.

 

 

OFRECIMIENTO PERSONAL

 Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber, y mi poseer: Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno: todo es vuestro; disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

 

 

CONMEMORACIÓN A SAN IGNACIO

 


Bien está, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, te daré el cuidado de lo mucho; entra en el gozo de tu Señor.

V. Nuestro Dios lo guió por caminos de justicia.
R. Y le reveló el Reino de Dios.


Oremos

Oh Dios que enviaste a la Iglesia Militante una nueva ayuda por medio del bienaventurado San Ignacio, para propagar la mayor gloria de tu nombre, concédenos, que luchando nosotros a ejemplo suyo y mediante su intercesión en la Tierra, merezcamos ser coronados juntamente con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén



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