SANTA CLARA DE ASÍS
"Clara, indigna ancilla Crhisti et plantula
beatissimi
patris Francisci" (1)
ORACIÓN
Por ese espíritu de penitencia que os indujo a considerar particular delicia el
ayuno más severo, la pobreza más rigurosa y la mortificación más penosa y
por lo tanto la privación de todos los bienes para consagraros eternamente al
amor de Jesús.
ORACIÓN
Oh amable Santa Clara, tú que siguiendo las
huellas de la virgen María, fuiste madre del cuerpo místico de Cristo; danos
tu amor por la iglesia y por todos los hermanos.
Su familia - Sus primeros años - Establecimiento en San Damián.
Santa Clara nació en Asís en 1194, el día 11 de julio, según se cree. Fue su padre Favorino dei Scifi y su madre una piadosa mujer llamada Ortolana.
A los 15 años ya la pretendían en matrimonio, Clara debió confesarle a su madre que se había consagrado a Dios y que tenía resuelto no conocer varón. San Francisco había oído hablar de aquella doncella y como dice la leyenda, deseaba "arrebatar tan noble botín al siglo corrompido, para enriquecer con él a su Señor".
De modo que le aconsejó abiertamente que despreciara al mundo vano y caduco, que no accediera a los deseos que de casarla tenían sus padres, sino que guardara su cuerpo como un templo para Cristo. Desde entonces Francisco fue guía espiritual de Santa Clara. Aquella tendencia hacia una vida nueva aumentó de tal modo, que llegó a no poder reprimirla, y le fue preciso romper la forma de su vida de entonces. Francisco designa la noche del Domingo de Ramos, como fecha en que la doncella "debía cambiar los placeres del siglo por el duelo de los sufrimientos del Señor".
Por una puertecilla trasera, obstruida por un montón de leña que tuvo que remover con sus propias manos ganó la calle. Los franciscanos salieron a su encuentro con antorchas y poco después arrodillada ante la imagen de Nuestra Señora, por amor al santísimo y amadísimo niño Jesús, envuelto en pobres pañales daba al mundo el libelo de repudio que desde mucho tiempo atrás tenía escrito.
Dejó en manos de los frailes sus resplandecientes vestidos, y recibió en cambio un grosero hábito de lana como el que ellos llevaban. En lugar de los bordados zapatos; unas sandalias de madera. Pronunció los tres votos monacales, y como habían hecho los frailes, juró obedecer a Francisco, como a su superior.
Si hasta entonces había sido moderado el enojo de Favorino, creció cuando a los quince días de la evasión de Clara, Inés una de sus hijas más jóvenes, abandonó la casa paterna para compartir la vida con su hermana.
En ella tenía puesta todas sus esperanzas, estaba prometida en bodas. Fuera de sí de ira y de dolor, ruégale a su hermano Manolo que tome doce hombres armados y reintegre a Inés a su casa. Inés poco más que una niña, apréstase bravamente a su defensa y los hombres tienen que proceder con dureza. Sobre ella, puñetazos y patadas, agárranla por los cabellos y la llevan a rastras fuera del convento.
Clara que está en su celda, implora el auxilio celestial. De pronto sucede que los doce hombres vigorosos no son capaces de hacer adelantar el cuerpo de Inés ni una sola pulgada.
Repentinamente se ha hecho tan pesada como si fuera de piedra y en vano la sacuden tratando de arrastrarla. Pero el tío Manolo, ciego de cólera ante aquel inesperado obstáculo, alza su puño para aplastar de un solo golpe, el cráneo de la desnaturalizada doncella, y he aquí que también él se queda como petrificado, con el brazo en alto pero sin movimiento.
Entre tanto llega Clara, y le entrega a Inés medio muerta. Cesó entonces, la familia, en sus intentos para hacer que las doncellas renunciaran al género de vida que habían escogido, más tarde unióse a ellas su tercera hermana Beatriz, y después de la muerte de Favorino, hasta la propia Ortolana vino a su lado.
El convento de Santo Angel no podía ser para ellas sino un albergue accidental, no eran benedictinas, no vestían el hábito de San Benito ni observaban su regla. San Francisco con sus antiguos protectores, los mandulenses (monjes) consigue que se les transmitan los derechos sobre San Damián y el pequeño monasterio unido al templo.
Con algunas monjas se muda Clara a la diminuta mansión, entre cuyas paredes, por espacio de cuarenta años, como dice su biógrafo " había de desgarrar a disciplinazos la alabastrina envoltura de su cuerpo, de modo que la casa y la iglesia se llenaran con la fragancia de su alma" ( Jôrgensen)
(1) " Yo Clara, sierva de Cristo, pequeña planta de nuestro Padre Francisco."
Santa Clara de Asís; historia de una cristiana
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